Pontevedra, 28 Agosto de 2015
La Unión Europea ha conseguido al final lo que pretendía:
frenar a Tsipras. Para ello han tenido que desbaratar las pretensiones de
cambio en el país, frenar el alzamiento de populismos incomodos para Europa y
provocar una crisis interna en Syriza de tal calibre que la vacían de contenido
para que en las próximas elecciones vuelvan a gobernar los de siempre. Los más perjudicados de todo ello son los
griegos, pero eso no importa. Con un gobierno dócil en Atenas, Europa podrá
seguir soltando dinero y apretando las tuercas al pueblo heleno para poder
cobrar al ritmo que ellos marquen. Total, ¿a quién le importa la soberanía
nacional? A la Unión Europea, desde luego, no.
La solvencia de Tsipras se ha ido desinflando a marchas forzadas por querer abarcar una apuesta
programática muy complicada: acabar con la austeridad, subir de salarios, bajar los
impuestos y renegociación de la deuda con la troika. Demasiados frentes
abiertos para alguien que no era del club.
Pero además de intentar dirigir un circo con varias
pistas, el presidente griego se atrevió a convocar un referéndum sobre la
oferta europea. ¿Es que no es legítimo convocar un referéndum para preguntar al
pueblo sobre cuestiones de carácter nacional? Por supuesto que lo es, sino
¿dónde queda la soberanía del pueblo griego?. Lo que pasa es que en Europa no están acostumbrados a que les lleven la
contraria, más bien al ordeno y mando y a gobiernos sumisos como el español. El referéndum
convocado por el gobierno griego fue la gota que colmó el vaso europeo, ya que
lo interpretaron como un sí o un no a Europa. Y eso ya era demasiado.
Tsipras se debatía entre la aceptación de un nuevo
rescate, con condiciones difíciles de digerir, o la deriva populista, con
riesgo del corralito, una quiebra financiera y la salida del euro. El país ha entrado de nuevo en recesión el
primer trimestre del 2015 y tiene los deberes por hacer: exceso de
burocracia e hipertrofia del sector público, sistema fiscal obsoleto, evasión financiera
crónica, déficit presupuestario permanente, una deuda galopante, clientelismo
cotidiano y poder omnímodo de los grupos oligárquicos. Estos son solo algunos
de los principales problemas del país, y Tsipras no ha podido con ello.
La consecuencia ha sido su dimisión y la convocatoria de
elecciones anticipadas. Ha sido
derrotado por los grandes poderes europeos, pagando el pato de ir contra ellos.
Syriza, que ganó las eleciones en Grecia, las perdió en Europa. Heredó una situación
lamentable de Nueva Democracia y el Pasok, que conjuntamente con la UE llevaron
a Grecia a la situación en la que está. No hay que olvidar que fue la derecha
la que falsificó las cuentas del país para cumplir con las exigencias europeas a
fin de poder entrar en la Unión, y que lo hizo con el consentimiento de la
propia Unión.
Pero Tsipras no comulgaba con ruedas de molino y por ello
lo han forzado a la situación en la que ha acabado. En Europa hay más intereses políticos que de otro tipo, mandan los
poderes políticos y lo hacen de espaldas a los intereses de los ciudadanos. Los
únicos intereses que les mueven son los de los partidos y los grandes lobbies
económicos. Consecuencia de ello es la pérdida de credibilidad en las
instituciones europeas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario