Pontevedra, 31 Julio de 2015
Varios senadores del PP han mostrado su malestar por el aterrizaje en la Cámara
Alta de algunos miembros destacados del partido. Concretamente, por la presencia
de los que han dado en llamarse senadores por designación autonómica. Es decir,
esos que son enchufados desde las comunidades para darles un retiro dorado.
Suelen ser pesos pesados que han perdido unas elecciones pero carecen de la humildad suficientemente para
ejercer la oposición. Esa lista la acaban de engrosar personajes tan
destacados como Fabra y Rita Barberá, que recién llegados desde Valencia, ya
forman parte de la lista de senadores conservadores. Ambos han sido víctimas de
la acción de la democracia, pero ha sido la propia democracia la que les ha
ofrecido una solución. Perdieron sus puestos por los votos de los ciudadanos,
pero han ganado otro con los de sus compañeros. Mientras tengamos instituciones
en las que poder aparcar a estos viejos dinosaurios políticos no hay problema.
Pero la cosa ya no es como antes, porque ahora todo
se mira con lupa, el ciudadano es más sensible a este tipo de actuaciones, y sus
compañeros políticos todavía más. Sobre todo porque con la aparición de nuevos
partidos que les restan poder, tienen que ver muy bien donde se quedan, porque
ahora estar de cinco o de seis en una lista electoral influye para estar o no
estar. Vamos, que hay codazos para
elegir puesto.
Estaría bien, que para próximas citas electorales,
los ciudadanos tuvieran en consideración qué ha sido de los candidatos que han
votado en las últimas elecciones. Que los políticos se presentan para ganar es
una obviedad, pero no lo es menos que pueden perder y que tienden a desaparecer
del mapa si ocurre lo segundo. Aunque
suelen encontrar cobijo donde instalarse cómodamente. Parece como si se avergonzasen de estar en
la oposición. ¿Mentían cuando nos dijeron que para ellos lo más importante
era representar a su ciudad o su comunidad autónoma? Posiblemente si, como en
otras tantas cosas.
Desde la oposición también se puede defender unos
valores y es tan digno como gobernar. Sin embargo, desaparecen como las ratas
que huyen del barco que naufraga. Personajes como Rita Barberá abandonan el
barco y ni siquiera son lo suficientemente educados como para entregar el
bastón de mando a su sucesor. ¿Por qué se van? Porque siempre encuentran un
lugar mejor en el que estar. Unos se van al Parlamento autonómico de turno, y
otros al Senado, que es un cementerio de elefantes que le cuesta al Estado
millones de euros anuales y cuya función es muy discutible. El ejemplo perfecto
que refleja lo que para los políticos es el Senado, es el de Besteiro, que cuando se vió fuera de todos
los cargos posibles, apostó todo su futuro a acomodarse en los sillones de la
Cámara Alta; otra cosa es que le haya salido mal, pero su objetivo no era
otro que asentarse allí hasta que pudiera acceder a los escaños del parlamento
gallego. No buscaba un puesto por convicción, sino por tener un salario en un
lugar tranquilo hasta que le apareciese otra cosa. ¿Es eso hacer política por
vocación?
Por eso habría que aprobar una ley que prohiba
ostentar más de un cargo en política, ya no digamos remunerado. Si te presentas
y ganas accedes al puesto, y si pierdes te quedas en la oposición que es donde
te han colocado los votos. Pero, ¿aprobarán
los políticos una ley que va contra sus propios intereses? Obviamente no. Estamos
en un círculo vicioso.
Publicado en PontevedraViva.com el día 31 de Julio de 2015
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