Pontevedra, 12 Junio de 2015
España,
al contrario que muchos países emergentes de su entorno, suele afrontar los
problemas de forma reactiva en lugar de hacerlo de forma proactiva. Quiero decir que solemos reaccionar cuando el
problema ya lo tenemos encima en vez de adelantarnos con medidas previas que
los eviten. Otra característica del país, es recurrir a medidas drásticas
sancionadoras para resolver los problemas en lugar de trabajarlos desde la
base, por ejemplo, con la educación. Pero la educación es harina de otro costal
que merecería un análisis en sí misma. Tras
la pitada al himno en la final de la Copa del Rey celebrada en Barcelona,
vuelven a sucederse los comentarios sobre la necesidad de tomar medidas drásticas
para que actos similares no vuelvan a repetirse, es decir, se pretende
acallar a los discrepantes con sanciones. Los nacionalistas españoles se rasgan
las vestiduras y piden sanciones ejemplares para los ejecutores de la acción y multas
millonarias para los clubes que la encubren y fomentan. Incluso exigen que la Federación Española de Fútbol, como organizadora
del evento, pida perdón a la Corona públicamente. Si empezamos a sancionar la
libertad de expresión retrocederemos cuarenta años. No se puede amordazar a
los discrepantes, pero tampoco se debe tapar la boca a los críticos que ven en
este tipo de actos un ataque a la esencia del Estado. Despreciar un himno nacional (da igual del país que sea) es una falta
de respeto a todos los ciudadanos del país; a los que lo viven con sentimiento
y a los que no. Por eso, los que pitan al himno con tanta ira, en cierto
modo, se están pitando también a si mismos. Los símbolos nacionales son solo
eso, símbolos, pero hay que respetarlos aunque se tengan otros afectos (nacionalistas,
por ejemplo). En la final de Copa, los
independentistas catalanes y vascos actuaron con la misma falta de respeto y
educación que el presidente Zapatero cuando no quiso levantarse al paso de la
bandera americana en el desfile de Madrid. Por tanto, no saquemos los pies
del tiesto, respetemos la libertad de expresión y reconozcamos que todo el
mundo tiene derecho a expresar libremente sus sentimientos. Y, sobre todo, tratemos de actuar de forma preventiva en
lugar de reaccionar sancionando a todos aquellos que piensan diferente.
Publicado en PontevedraViva.com el día 12 de junio de 2015
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