Vilanova, 31 Mayo de 2019
Como todos los enamoramientos repentinos, el de Manuel Valls con Rivera toca a su fin. El primero ha tardado poco tiempo en enterarse de quién manda en el partido y que todas la promesas que le pudo hacer para ficharlo, se han quedado en nada. Ha tardado exactamente el mismo tiempo que el propio Valls tardó en ofrecer sus seis concejales a Colau formar un gobierno contra el secesionismo en el ayuntamiento de Barcelona. Y es que Valls sigue siendo socialista a pesar de estar en un partido de derechas. Y Rivera cada vez es más intransigente poniendo únicamente la línea roja hacia la izquierda, porque hacia la derecha no tiene límites.
No soy fan de Valls, pero reconozco que ha hecho un gesto digno al indicarle públicamente a Rivera que a veces hay que arriesgarse al servicio de lo fundamental: ni pactos con Vox, ni un alcalde cuyo primer mensaje postelectoral consista en decir que Barcelona es independentista y que la prioridad del ayuntamiento es el procés. Valls, sin duda, prefiere a Ada Colau. Es como aquello de escoger entre susto y muerte peo, por lo menos, con Colau, que sería el susto, todavía habría algunos límites que no se deberían cruzar.
Pero Valls, a pesar de su gesto, lo va a tener difícil interna y externamente. Y difícil dicotomía se le presenta a Ada Colau, porque tendría que decidir entre dejar que gobierne el independentismo y ser su bastón, o encabezar un gobierno apoyado por PSOE y Ciudadanos, los hacedores del 155. ¿Qué hará? Lo primero, porque aunque ella solo quiere el poder, en el fondo es soberanista y también quiere la independencia de Cataluña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario