Pontevedra, 18 Mayo de 2019
En Podemos están nerviosos. Tras un arranque fulgurante, pasan los años y no acaban de alcanzar los objetivos que se habían marcado. Pensaban que todo sería más fácil, porque en un ambiente de corrupción de los grandes partidos, con una crisis brutal que atacaba directamente a las clases medias, un partido socialista desaparecido y un PP que gobernaba y atosigaba con recortes a la población, intuyeron que sería un camino de rosas.
Decían lo que la gente quería oír. Eran jóvenes, con formación y aparentemente libres de un pasado corrupto. Pero el sorpasso no se produjo, ni antes ni ahora, y cada vez parece más imposible. Desde su fundación van dando bandazos ideológicos y ya nadie sabe muy bien qué quieren y, mucho menos, cómo lo quieren. En Podemos se han pasado al bando de la casta.
El giro más sorprendente ha sido pasar de querer romper con el Régimen del 78, a abrazar la Constitución y convertirla en el centro de todas sus políticas y reivindicaciones. ¿No es este un viaje extraño también?
Es verdad que todos los partidos mienten, pero de Podemos lo que sorprende es el pragmatismo tan calculado que utilizan. Han cruzado todas las líneas rojas, incluso hasta socavar el estado de derecho. “La unidad de España no se puede construir a golpe de porra”. Todo vale, sobre todo dividir entre buenos y malos. Les encanta hacer bandos y ahora hablan del “Bloque monárquico frente a la España democrática”. Pretenden apropiarse de la democracia frente a un teórico ‘bloque monárquico’ autoritario. Cualquier ciudadano sensato, con información básica y un mínimo de luces debería refutar una campaña tan burda.
En las últimas elecciones hemos visto como aquellos votantes que en su día hicieron el viaje a la izquierda del centro-izquierda por los problemas del PSOE, la falta de liderazgo y su indefinición, han emprendido el viaje de vuelta. A pesar del leve cambio en las formas del líder de Podemos, la ciudadanía de izquierdas sigue viéndolos como unos radicales, que prometen cosas que no pueden cumplir y, ni siquiera predican ya con el ejemplo.
Ahora la situación en el PSOE es distinta, Sánchez se ha convertido en un estratega, ha reflotarlo al partido y ha ganado unas elecciones, siendo capaz de impulsar políticas progresistas, sensible a las políticas sociales, y ademas se ha diferenciado muy bien de la derecha pero con la suficiente responsabilidad y lealtad estatal.
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