Pontevedra, 09 Mayo de 2019
Tras las elecciones comienza el juego del reparto de sillones. El PSOE quiere meter con calzador a Iceta como presidente del Senado, a quién, de repente, le ha sobrevenido la vocación de senador. Porque si realmente quisiera ser senador o su partido hubiera pensado en él para el puesto, ¿por qué no se presentó en las elecciones? La jugada forma parte de los malabarismos que hacen los partidos políticos para poner en puestos clave a personas de su cuerda.
Y ahora les ha entrado la prisa por convertirlo a la nueva religión. Pero hay unos pasos que seguir. Lo primero que hay que hacer es conseguir que sea senador y para eso tienen el atajo de la designación autonómica, que es ese ramillete de senadores nombrados a dedo por cada partido y que suelen utilizar para pagar viejos favores, colocar a uno que ya no vale para otra cosa o, frecuentemente, para aparcar a las viejas glorias.
Iceta parece un buen tipo, pero eso no es suficiente para presidir el Senado. A Iceta se le acusa de algunas cosas de forma torticera pero hay algunas otras con las que él comulga y que, en principio, no parecen cuadrar mucho con el cargo que le quieren regalar.
Iceta no vio violencia en el referéndum ilegal de Cataluña, no está de acuerdo con la prisión preventiva de los lideres catalanes, está de acuerdo con concederles el indulto llegado el momento, etc...
Y tiene derecho a pensar y opinar de forma diferente, pero el presidente del Senado es un cargo muy importante, la cuarta persona más importante del Estado, y no puede estar representado por alguien que tiene un pie dentro y otro fuera del sistema autonómico.
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