Arteixo, 21 Mayo de 2019
La vida sigue, y en muchos aspectos, sigue igual que siempre. Sin cambios para no variar. En Eurovision, por ejemplo. Ese concurso musical desfasado y anacrónico en el que a España va siempre por detrás ha vuelto a celebrarse y, como siempre, con el mismo resultado. Patético. Porque envíe lo que envíe Televisión Española, nunca obtiene un buen resultado. Este es el mejor y más certero resumen que se puede hacer del concurso, y vale para el de este año, los anteriores y posiblemente también para los venideros.
Da igual el género elegido, el intérprete, la campaña publicitaria o promocional que se haga, porque cuando llega el momento de la verdad, las interpretaciones y las votaciones, el representante español nunca gana y, lo que es peor, casi siempre ocupa los últimos puestos de la clasificación.
España tiene un desfase temporal en su participación anual de forma que, el año que gana una balada España envía un tema ligero, cuando por el contrario triunfa una canción más movida, nosotros enviamos una canción más verbenera y el año que están de moda las orquestas España envía un tema más extravagante. Hay un desajuste clarísimo en los estilos elegidos respecto de lo que triunfa en cada momento. Es como si fuésemos un año por detrás del festival. Puede que algún día, si el mundo se para, cojamos la onda y podamos, al menos, competir en igualdad de condiciones.
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