Pontevedra, 22 Mayo de 2019
Los problemas de los mayores suelen pagarlos los niños, y lo más triste es que la cerrazón mental, la rabia, la incoherencia y la irracionalidad de los adultos se lleva cualquier cosa por delante, incluso a los niños. Esto además, llevado a una zona de conflicto bélico, se acentúa sobremanera.
Estos días hemos conocido la historia de una niña palestina que nos ha dejado helados. Su caso no es diferente al de otros niños muertos en bombardeos inútiles, en cayucos masificados o en la misma arena de la playa cuando ya pensaban haber alcanzado la tierra prometida, pero es el último al que se le ha dado transcendencia y, por eso, se hace más duro.
Aisha al Lulu era una niña palestina de 5 años que vivía con sus padres en el campo de refugiados de Al Burej, en Gaza. Pero como vivir en un campo de refugiados no era suficiente castigo, el destino le tenía preparada una sorpresa mayor, y hace unos meses, cuando empezó a quejarse de dolor de cabeza y a vomitar, descubrieron que tenía un tumor en el cerebro. Al no disponer en Gaza de los medios mínimos para operarla, fue trasladada al Hospital Makased, un centro palestino de Jerusalén este.
El padre de Aisha solicitó permiso a Israel para salir de Gaza con su hija y acompañarla a Jerusalén, pero se lo denegaron, y ante la imposibilidad de que la pequeña fuera acompañada por un familiar, una conocida de la familia se ofreció a ello, pero la niña apedas la conocía, no se comunicaba con ella y lloraba todo el tiempo preguntando por sus padres.
En el hospital la operaron y Aisha se recuperó de la intervención pero al cabo de tres o cuatro días empezó a tener problemas. Entonces fue trasladada al Hospital Augusta Victoria de Jerusalén, y los médicos aseguraron que no podían hacer nada por la pequeña y la mandaron de vuelta a Gaza. Al no disponer familia de medios para pagar una ambulancia medicalizada, tuvieron que viajar de un con en taxi hasta Gaza donde la niña llegó casi muerta. Siete días después, Aisha dejó de respirar y murió.
Posiblemente Aisha hubiera fallecido igualmente por la gravedad de su enfermedad, pero lo más duro es pensar que Aisha pasó sus últimos momentos consciente sintiéndose sola, con alguien a quien apenas conocía, lejos de sus padres, lejos de toda su familia porque unos hombres malvados, sin sentimientos, que anteponían los intereses políticos y sectarios a la humanidad, la separaron de ellos y la condenaron a morir sola con tan solo 5 años. Ojalá que quienes tenían tal responsabilidad sufran en sus carnes un dolor semejante alguna vez.
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