lunes, 3 de junio de 2019

Donald Trump, modelo básico

Pontevedra, 03 Junio de 2019

Donald Trump representa, en esencia, el modelo básico del ser humano. Aquel que no dispone de extras que le ayudan a tener una visión más completa del mundo y de las personas que le rodean y comparten espacio con él. Se trata del típico populista que vende humo y que dice lo que la gente quiere oír. América primero, los americanos antes que nadie, son eslóganes de manual para llamar a filas a aquellos que se dejan convencer en momentos de crisis económicas y morales. A Trump le gustan las guerras, las armas, las amenazas, son sus principales bazas de acción, y si no puede montar una guerra armada, le vale la comercial. 

El asunto del comercio exterior se lo toma como un juego de niños. No sabe atisbar las graves consecuencias que podrían traer sus decisiones, su fanfarronería. No sabe a cuánta gente le pueden afectar sus actitudes de macarra sin control. Ni lo sabe ni creo que le importe saberlo.

Trump es un experto en ver enemigos en los aliados potenciales, y amigos en los enemigos del mundo. Se siente cómodo en interacciones bilaterales donde pueda sacar músculo y actuar como matón de patio de colegio ante líderes que considera más débiles (China y México, por ejemplo). En definitiva, es la antítesis de lo que durante décadas han sido los líderes más amables de EEUU, con los que Europa siempre ha tenido una relación más cordial. Trump supera con creces a los más excéntricos presidentes republicanos que haya tenido la nación americana.

Como el presidente más nacionalista que EEUU ha tenido en mucho tiempo, Trump llegó a la Casa Blanca con unas cuantas promesas en materia comercial que eran para echarse las manos a la cabeza. Pretendía derogar el acuerdo Trans Pacífico (TPP) que había sido recientemente firmado por la Administración de Obama, sacar a EEUU del NAFTA (el acuerdo con Canadá y México), imponer aranceles unilaterales a los productos chinos y olvidarse de las reglas de juego de la globalización fijadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC). En definitiva, liquidar de un plumazo muchos años de trabajo exterior que tanto beneficio le había reportado al país, ya que la economía de EEUU obtuvo ganancias de más de 2 billones de dólares durante los últimos cincuenta años gracias a estos acuerdos.

Es obvio que el comercio exterior es una fuente de riqueza para cualquier país, pero Trump no lo ve, porque en cuanto entró en la Casa Blanca se propuso como objetivo cumplir sus promesas costase lo que costase. Pero no ha sido así, gracias a la propia fuerza de la democracia del país que ha evitado que pudiera cumplir todas sus amenazas al ser más fuerte que el propio presidente. Así, de todo lo prometido, sólo ha sacado a EEUU del acuerdo TPP, que no es poco. 

Ahora, la última ocurrencia es imponer aranceles a los productos mexicanos para evitar que los emigrantes crucen la frontera. Nacionalismo barato al servicio del país más poderoso del planeta. Pretende aislar a la nación cuando lo que más rentabilidad le ha supuesto ha sido precisamente liderar proyectos comunes con Europa y otras zonas del planeta. Es la visión cortoplacista y miope de quien no tiene el nivel para estar donde está. No puede acabar bien.

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