Pontevedra, 11 Abril de 2019
Pablo Casado habla todos los días y habla mucho. Nadie le puede negar la locuacidad y la facilidad de palabra que exhibe, pero eso, a veces, puede ser un problema. Decir una cosa y la contraria, mentir y decir burradas enormes, son algunas de las consecuencias que se pueden sufrir. Con el afán de aprovechar el espacio que le brindan, repite las mismas frases varias veces y además, como quiere decir muchas cosas en poco tiempo, corre el riesgo de meter la pata.
Lo hizo ayer, cuando le preguntaron por el salario mínimo. Como no quiere coincidir con el PSOE ni reconocerle mérito alguno, dio a entender que lo elevaría a 850 € cuando en realidad ya está en 900 €. Se metió en un jardín del que todavía, a estas horas, no ha podido salir. Se lío explicando que mantendría el acuerdo con la patronal y que sumaría el 8% que aprobó su partido con anterioridad. Su objetivo era sumar cosas a la explicación para que pareciese que ellos harían mucho más de lo que ha hecho el PEOE. Pero lo que no midió es que la suma de su propuesta arrojaba un resultado de 850 € y que el PSOE acaba de subirlo a 900 €, por cierto, sin el apoyo del PP. Son los problemas de ser demasiado locuaz.
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