lunes, 18 de enero de 2021

República "Cocacolera"

András, 18 Enero de 2021


Unos tipos asaltan el Capitolio en Washington, mueren cuatro personas y se decreta el toque de queda en la capital. ¡Quién iba a pensar que viviríamos un 23 de febrero en Washington! Aquí iban vestidos de verde, con bigote y tricornio; y allí con la cara pintada y ataviados con unas pieles y cuernos de búfalo, pero las intenciones eran las mismas, un intento de golpe de estado en toda regla. 


Lo sucedido allí, tiene un único responsable, el presidente Trump. Agitador del golpe, fallido y grotesco, es verdad, pero a fin de cuentas un intento deliberado y organizado de quebrantar la voluntad popular e interrumpir el proceso de transferencia pacífica del poder. Eso es lo que se pretendía, con la complicidad y la promoción de la máxima autoridad del país. 


El presidente se reunió con las personas que iban a asaltar el Capitolio y los incentivó a continuar con acciones similares a las que se acabaron produciendo, algo que, en otros países, tiene un nombre muy claro pero que, en este caso, parece que le cuesta pronunciar a mucha gente.


Aunque una cosa hay que reconocerle a Trump, y es que su actitud es consecuente con todo lo que lleva dicho y hecho desde el día que perdió las elecciones. Es decir, ha mantenido una estrategia continuada y planificada que se inició con la denuncia de los resultados, la intoxicación del ambiente y la siembra de mentiras, que ya dejaba entrever que acabaría en la promoción de un acto de insurgencia. Como diríamos aquí, ¡era visto!


Por tanto, lo sucedido en Washington no es un acto de gamberrismo fruto de un calentamiento temporal de un grupo de personas con más o menos cerebro, sino la consecuencia directa de una política perfectamente diseñada para dividir al país y conducirlo hasta el punto al que han llegado.


Situados en este punto, no esperemos que esto se vaya a curar de la noche a la mañana. Las escenas que hemos visto, y que nos han horrorizado, seguramente han sido aplaudidas por muchos norteamericanos que, en este aspecto, no son diferentes a los de otros países, denominados de forma despectiva cómo bananeros. Así que, como en EEUU no hay bananas, bien podríamos calificarla de república “cocacolera”.


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