András, 20 Enero de 2021
Desde siempre hemos visto a Portugal como el vecino pobre. Sin embargo, estoy convencido de que tal apreciación correspondía únicamente a un complejo de inferioridad nuestro, ya que siguen estando por delante de nosotros en infinidad de asuntos. Ahora, que comparten el problema de la pandemia, han vuelto a demostrar hasta qué punto se diferencian de nosotros, y hasta qué punto se puede gobernar pensando en la gente.
En primer lugar, en el tema puramente sanitario, están viviendo su segundo confinamiento general para tratar de contener los efectos de esta nueva ola de la pandemia, porque han alcanzado cifras realmente preocupantes en número de contagiados y fallecidos, además de tener, en algunas zonas del país, las UCIS están saturadas. No les tiembla el pulso a la hora de confinar si creen (como todo el mundo piensa) que es la medida más eficaz para doblar la curva de contagios.
Y en segundo lugar, en lo que al aspecto puramente económico se refiere, para paliar los efectos dramáticos que supuso el primer confinamiento, han aprobado una serie de ayudas económicas inmediatas, destinadas a impedir que los pequeños comerciantes y autónomos se vean obligados a echar el cierre definitivo de sus negocios.
Para ello, se han comprometido a pagar, durante el tiempo que dure el confinamiento, la totalidad de los salarios de las empresas en ERTE, con un tope de 1.995 euros brutos mensuales (tres veces el salario mínimo).
Para ser un país pobre, pagan 800 euros más de lo que garantiza el gobierno de España. Ofrecen, por tanto, más cobertura para los trabajadores que en España. ¿Cuál es, por tanto, el vecino pobre? O mejor, ¿cuál es el que menos aparenta y mejor representa a sus conciudadanos?
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