martes, 12 de enero de 2021

La épica para tapar los errores

 András, 12 Enero de 2021

Aún no hemos vencido a la pandemia, y ya tenemos encima una nueva plaga, el Apocalipsis del invierno. Los males se ceban con España. Las imágenes de la capital y otras ciudades nevadas, con calles vacías y árboles caídos, se parece más a la situación creada tras una guerra o un invierno nuclear, que a la España moderna del siglo XXI. A ver si va a ser verdad que estamos a las puertas del fin del mundo...  y yo con tantas cosas pendientes...


No somos suizos, y mucho menos noruegos, pero más o menos preparados para soportar una nevada de unos días deberíamos de estar, digo yo. Cae un poco de nieve y nos volvemos todos locos. La gente sale a la calle como si lloviesen marcianos, y disfruta del panorama casi tanto como los dirigentes políticos, a quiénes este tipo de situaciones les van como anillo al dedo, aprovechando para hacer el ridículo más absoluto. 


Como es tradición, cada vez que hay un accidente o una catástrofe natural, lo primero que hacen es atizarse, acusarse de ser los peores gestionando, de que su crisis es la peor que nadie tuvo que afrontar... y entonces salen a la palestra para aparentar que hacen algo. No les vayan a acusar de la nevada, de no haberla previsto, de la falta de medios, de los negocios cerrados, de las carreteras cortadas, de los coches que se salen de la vía... o peor aún... no les vayan a acusar de que ha llegado el invierno. 


Los más osados se suben a una máquina quitanieves, como el alcalde de Madrid, para hablar a la cámara y decir que se queden todos en casa, porque es peligroso, que pueden resbalar. Y luego están los mal aconsejados, como Casado, que emulando a Feijoo, se hizo una foto pala en mano, que le perseguirá el resto de su vida política. ¿Pero para qué les pagan esta gente a los asesores?.


Y finalmente, la guinda de siempre. Los agradecimientos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los servidores públicos, a la UME... es cuestión de poco tiempo que empiecen de nuevo con los aplausos ¿Pero no están para eso? Cómo nos gusta en este país exagerar las cosas, ensalzar a quienes (solo) cumplen con su obligación (y cobran por ello). Somos el país de la épica. En vez de darle normalidad a las cosas, planificarlas mejor, exigir a cada uno su parte de responsabilidad y ver qué hay que mejorar para cuando esto vuelva a ocurrir, preferimos recurrir a la épica, casi siempre, para tapar los errores. 






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