András, 30 Diciembre de 2020
Desde que nos ha sobrevenido todo este asunto de la pandemia, he tratado de ser objetivo con la situación a la que nos enfrentamos, comprensivo y leal con los diferentes gobiernos que tienen la responsabilidad de la gestión, y disciplinado con todas las medidas puestas en marcha para tratar de frenar la expansión del virus. Por supuesto, siempre con espíritu de crítica y con la libertad de expresión como principio por encima de todo, pero leal.
Es verdad que, buena parte del éxito para derrotarlo, depende del civismo y la responsabilidad individual de cada uno, por eso la lealtad con quienes deciden, y la responsabilidad con uno mismo y con los demás se ha hecho, si cabe, primordial en esta situación que nos ha tocado vivir.
No es fácil tomar decisiones, solo quienes se ven en la tesitura de tener que hacerlo se pueden equivocar. Además, no estamos ante una situación normal, con muchos contagiados y muertos, y sin más medidas, hasta la fecha, que tratar de evitar los contagios por la vía del encierro, la reducción de las relaciones sociales, los confinamientos, etc... Es decir, no hay recetas mágicas, solo hay que tener cuidado.
Desde el principio, uno de los principales motivos de conflicto entre las administraciones, ha sido establecer el límite entre la salud y la economía. ¿Qué debe primar? No es ninguna novedad que cada uno de nosotros tenemos nuestra opinión, y cada gobierno la suya. Tampoco es mentira que mientras los partidos conservadores parecen anteponer la economía, los de izquierdas lo hacen con la salud de la gente. Al menos, de cara a la galería es lo que parecen trasladar.
No quiere esto decir que a unos no les importen las personas y a otros les dé igual lo que pase con la economía, pero unos por unas razones y otros por otras, dejan siempre todo a medias. Lo único cierto es que, en ambos casos, la mayor o menor importancia que le dan a cada aspecto, depende del rédito político que les pueda aportar. Es así de triste y de real, y ya no sorprende a nadie.
De todas las decisiones adoptadas hasta la fecha, quizás la más polémica y que ha causado además un mayor roto en la economía de pequeños empresarios y autónomos, ha sido la limitación de horarios en las aperturas de los negocios de restauración.
Y llegado a este punto, tras varios intentos de abrir, cerrar, limitar horarios, después de tantas idas y venidas jugando con la economía de unos pocos con la excusa de la salud de todos, sigo sin entender porqué el riesgo de contagio en un bar o en un restaurante es superior al de una tienda de ropa, o una mueblería, por ejemplo. Para repartir las responsabilidades, y las pérdidas económicas, hubiese sido tan sencillo como aplicar las mismas limitaciones y medidas de seguridad en todos los negocios. Algunos bares cierren ahora a las cinco de la tarde, cuando otros comercios lo hacen en el horario habitual. Por eso, siento la necesidad de solidarizarme con un sector que, en muchos casos, podría estar bajando la reja para para no volver a levantarla jamás.
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