András, 27 Diciembre de 2020
Es difícil, pero debemos mantener la ilusión y la esperanza de que todo va a ir mejor, aunque todavía veamos el horizonte negro. Las cosas no van a ser como querríamos, no como eran hace un año. No podremos relacionarnos con normalidad durante un periodo largo de tiempo. Esto se alarga. No queremos, pero es así. Ni en nuestras peores pesadillas imaginamos nada peor. Pero está ocurriendo. Ahora. Hoy. Y hay que asumirlo, nos guste o no. Es nuestra realidad.
No es nada fácil mantenerse optimista cuando todo parece ponerse del revés. Cada día hacemos un gran esfuerzo para mantenernos positivos y no dejarnos llevar por la tristeza y las malas noticias. Pero las malas noticias no cesan y es necesario, primordial, que eso cambie.
¿Qué podemos hacer mientras tanto? No bajar la guardia ante el virus que nos ha cambiado la vida para siempre. A lo que ya sabemos (mascarilla, distancia de seguridad, higiene, lavado de manos y evitar en lo posible reuniones con personas no convivientes) hemos de añadir ahora la ilusión por la vacuna. Pero, sobre todo, la esperanza de que todo va a ir mejor para poder seguir celebrando la vida. ¿Difícil? Muchísimo.
Porque la situación nos asusta y hasta nos desborda. Porque este monotema dirige nuestras vidas en todas sus vertientes: trabajo, salud, conciliación familiar, economía, ocio, tiempo libre… Porque casi todos conocemos a alguien que está afectado por la enfermedad o por la situación económica. Todos estamos preocupados … y mucho.
Pero como el tiempo no se detiene, con virus o sin él, debiéramos celebrar las pequeñas grandes cosas de la vida, aún con unos pocos, los más cercanos. Un cumpleaños, un aniversario, una buena noticia, un mensaje de alguien inesperado... Porque la vida son subidas y bajadas, risas y llantos, ahora y siempre, pero en estos momentos cobra más sentido que nunca.
Y aunque veamos el horizonte negro (sí, hay días malos, y muy malos incluso) no permitamos que el virus nos arrebate más de lo que ya ha hecho hasta ahora.
A muchos les ha quitado a sus seres queridos (lo peor siempre, por irreemplazables), les ha impedido acompañarlos en los hospitales, celebrar acontecimientos importantes, velar a los difuntos, acudir a los trabajos y a los centros educativos a nuestros hijos. Nos ha dejado sin trabajo o medio de subsistencia, disfrutar de celebraciones y fiestas, anulado nuestras vacaciones, practicar deporte... Nos ha limitado las reuniones con nuestras familias y amigos. Nos ha quitado el calor de los abrazos, y nos hemos dado cuenta de cuánto los necesitamos.
¿Le vamos a permitir que nos quite la esperanza e ilusión? ¡Por supuesto que no! Al menos sin presentar batalla. No será fácil, lo sé. El futuro se presenta incierto, así que celebremos la vida por dura que sea, porque esto también pasará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario