Pontevedra, 20 de Enero de 2015
El etarra Josu
Uribetxeberría Bolinaga, conocido por ser uno de los secuestradores del
ex-funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, falleció en su
domicilio de la localidad guipuzcoana de Arrasate a consecuencia de la enfermedad que padecía. Desde el año 2005, Bolinaga tenía un cáncer de riñón
que se había extendido al pulmón. Además, se le había detectado un nódulo
metastásico en el cerebro. Había sido condenado a más de dos siglos de
prisión por varios delitos, entre ellos el asesinato de tres guardias
civiles y el secuestro del mencionado Ortega Lara; por cierto,
el secuestro más largo de la historia de la banda terrorista, superando los 500
días de cautiverio.
En agosto de 2012 se le
concedió la libertad condicional, la cual no estuvo exenta de polémica y que
causó más de un disgusto al gobierno de Rajoy, que incluso fue
acusado por la AVT de traición a las víctimas. Su fallecimiento ha tenido lugar
dos años y cuatro meses después de que fuera excarcelado por la enfermedad,
cuando un informe daba al etarra un máximo de nueve meses de vida.
No se le
desea la muerte a nadie. Ni siquiera al que ha sido un asesino y
secuestrador despiadado como Bolinaga. Además, todos tenemos derecho a enterrar a
nuestros muertos con la mayor honradez y respeto que nos merezcan. Pero una cosa
es un entierro digno, y otra muy distinta lo que ha
ocurrido en el entierro de este sujeto. Que tengamos que ver como se le aplaude y ensalzan sus
fechorías nos revuelve el estómago. Ha sido como rematar a los
tres guardia civiles asesinados o un día más de secuestro para Ortega Lara.
La verdadera
condena a Bolinaga se la impuso el cáncer en el año 2005 y se la acaba de
cobrar. Sin embargo, el precio con la sociedad todavía no lo había pagado. Afortunadamente, tampoco se lo podremos cobrar.
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