Pontevedra, 09 Marzo de 2015
La reciente negación de un cura de Pontevedra a
oficiar un funeral por exigir el pago en metálico y sin factura, nos lleva a
una reflexión que no es menor. Una reflexión que tenemos que analizar desde dos
vertientes; la espiritual y la económica. Desde el punto de vista espiritual,
para todos los que crean en Dios se trata, sin duda, de una decepción enorme observar
que la anteposición del hombre humano al hombre espiritual le lleva a negarse a
oficiar un funeral (el momento en que el hombre se encuentra definitivamente
con Dios) por discrepar en la forma de cobro. Y la otra, la que a mi más me
interesa, es la económica. Se estima en seis millones de euros el dinero negro que
en Galicia mueven los actos religiosos. Seis millones de fraude fiscal que
podrían añadirse a todos los privilegios que mantiene la Iglesia, como estar
exenta de ciertos impuestos, o recibir subvenciones millonarias con la excusa
de la formación católica en las aulas, algo que no necesitamos, porque si somos
un país aconfesional, la formación religiosa ha de impartirse en los lugares de
culto de cada religión.
Pues bien, a la larga lista de privilegios, podemos
añadir también que se le consienten ingresos millonarios sin declarar, a través
de los famosos “cepillos” y los ingresos de los curas por los oficios
religiosos. La religión es una elección particular de cada ser humano y no
debemos permitir que se aprovechen del dolor de los fieles, ni consentir que nos
“defrauden”, a los creyentes y a los no creyentes.
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