Pontevedra, 23 Abril de 2015
En estos tiempos de crisis que vivimos, el
destino de cada euro de dinero público debe ser mirado con lupa. Los dirigentes
deben ser muy cautos a la hora de priorizar las inversiones. Sin embargo, no es
así, y se sigue dilapidando dinero de todos en cosas innecesarias. Vean sino,
las cantidades de dinero que se tira a la basura en época preelectoral en los ayuntamientos.
Otro ejemplo, lo suponen los partidos políticos. ¿Por qué tenemos que seguir
subvencionando a los partidos políticos? Cobran una subvención ordinaria del
Estado, pero además cobran por cada institución en la que tienen representación.
Por ejemplo, del Congreso todos los grupos reciben una
subvención fija de 28.597 euros mensuales más otra otra variable de 1.645 euros
por cada diputado que obtienen. Aplicando este
cálculo, el PP como grupo mayoritario percibe al mes 333.000 euros, el PSOE
209.000, CIU unos 55.000 euros, la Izquierda Plural cerca de 47.000, UPyD y PNV
unos 37.000 euros y el Grupo Mixto 58.000 euros al mes. Sumando, son más de nueve millones de euros al año que los grupos reciben
al margen de la retribución de los diputados, las dietas, el pago de sus
viajes, o el uso de teléfono móvil, portátil o tabletas que les suministra el
Congreso para su trabajo. ¿Por qué?
¿No es suficiente con pagar los salarios de sus señorías? Si sumamos todas las
subvenciones que de todas las administraciones reciben PP y PSOE, nos da una
cifra de 103 millones de euros (58 para el PP y 45 para el PSOE). Sumen otros
cincuenta millones más, y obtendrán la cifra total de las subvenciones
estatales a los partidos políticos. No es demagogia comparar esta cantidad con
las cosas que se podrían hacer si los partidos políticos viviesen de las cuotas
de sus militantes.
Pero no solo les damos una cantidad ingente
de dinero, sino que además no hay ningún tipo de control sobre el
mismo. Los ciudadanos no sabemos a que se destinan los dineros públicos que entregamos a los
partidos, más allá del control del Tribunal de Cuentas, aunque ya sabemos que
todos los partidos entregan unas cuentas maquilladas.
El Reglamento del Congreso, por
ejemplo, no obliga a los grupos
parlamentarios a dar cuentas de forma periódica sobre el dinero que reciben,
únicamente se limita a señalar que "los grupos deberán llevar una
contabilidad específica que pondrán a disposición de la Mesa del Congreso
siempre que ésta lo pida". Pero en la realidad, la Mesa nunca lo ha pedido y los grupos
tampoco facilitan esa relación de gastos por iniciativa propia. En definitiva, el ciudadano no puede saber
en qué se gastan ese dinero y si se destina a fines que guarden relación con la
actividad parlamentaria teniendo en cuenta que el presupuesto procede del
Congreso de los Diputados.
Seguramente una parte importante de esta subvención se destina a los partidos políticos. Algo que, en la
práctica, supone que, al igual que ocurre con los viajes de los diputados, el
presupuesto del Congreso puede acabar utilizándose para financiar actividades que
no son estrictamente parlamentarias sino de partido, como mítines o campañas
electorales. ¿Pudo
salir de aquí el dinero para pagar los famosos viajes de Monago a Canarias?
Seguro que si, y los de otros tantos diputados para trabajos del partido o
particulares.
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