Pontevedra, 03 Abril de 2015
El día 20 de marzo
se cumplieron dos años de la llegada al poder de la Iglesia del Papa Francisco.
Un hombre con buenas intenciones y con algunos gestos que han roto con la
imagen elitista de su antecesor. Algunos cambios en forma de símbolos, han
servido para lograr la distancia: unos zapatos viejos, un crucifijo de plata y
un nombre sencillo, Francisco, en referencia a San Francisco de Asís, el santo
de los pobres, pero ¿algo más?. Lo cierto es que a Francisco no se le
puede negar que hable claro. Se muestra crítico con la Iglesia que se obsesiona con el aborto o el matrimonio gay y tiene un discurso más fresco que es recibido con
entusiasmo por los católicos, porque además tiene un estilo directo y campechano que transmite sinceridad. El problema es que los cambios y las reformas en la Iglesia no van
rápidas a pesar de que parecen ser una demanda generalizada. Además, como no puede ser de
otra manera, los cambios radicales que Francisco querría
acometer, generan reacciones en la envejecida estructura de la Iglesia porque en la Curia Católica,
la reforma avanza con lentitud. La resistencia es muy grande y las peleas
internas prosiguen. ¿En qué se traduce
todo esto? ¿Los curas rasos han cambiado en algo su forma de actuar? ¿Acaso los
obispos han mudado en algo sus ideas antiguas y trasnochadas? La Iglesia
necesita evolucionar y seguramente que el primero de ellos el Papa, tenga una
visión abierta de la sociedad ayudará, pero si no se traduce en hechos, no vale
para nada.
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