Pontevedra, 18 Abril de 2015
La política tiene poco arreglo en este país. A la
poca profesionalidad y formación de muchos dirigentes locales, se suma la
actitud de mirar hacia otro lado de los jefes de éstos cada vez que se produce
algún hecho poco ético. Estamos hartos de ver casos de corrupción (presunta y
consumada), y actividades poco estéticas a los ojos de los ciudadanos, sin que
nadie se sienta con los arrestos suficientes para cortar de una vez por todas
este tipo de prácticas. Al menos, políticamente.
A los casos de corrupción que podemos encuadrar en
la primera división, como la trama Gürtel, el caso de los ERE en Andalucía o los
tejemanejes del cuñado el Rey; se suman otros muchos casos, los de segunda
división, que aparentemente no son tan llamativos, pero que producen un enorme
dolor al ciudadano, por estar más cerca de toda esta marea de aprendices de políticos
cuya única motivación es hacerle la pelota al de arriba y medrar dentro del
partido. Algunos de los últimos acasos que llenan los periódicos de las últimas
semanas no dejan lugar a dudas de la situación tan bochornosa en la que nos
encontramos: la charlotada en la que está sumido el Ayuntamiento de Vigo, el
alcalde de Caldas que se ríe el código ético de su partido y el secretario
general del PSdeG que no se atreve a aplicarlo, el alcalde de Cualedro que dimite
de diputado provincial porque le obligan pero que sigue de alcalde, numerosos
alcaldes y concejales imputados que aspiran a ser reelegidos nuevamente... Hasta
19 son los alcaldes que, estando imputados por diferentes presuntos delitos de
corrupción, se presentarán de nuevo a la reelección con la aprobación de sus
correspondientes partidos.
El ciudadano se siente desprotegido ante tanto
descaro. ¿Qué nos queda? ¿A qué podemos agarrarnos? ¿Quién puede arreglar todo
esto? ¿Quién va a ser el primero que anuncie la expulsión del partido de los
compañeros imputados? Nadie, porque aquí todo el que puede se aprovecha de su
situación política para obtener un beneficio personal, por cierto, casi siempre
económico.
Puede que esta sea una visión un poco catastrofista
de la situación, porque también hay muchos políticos que tienen vocación de
servicio, y que no vienen a la política a servirse, sino a servir. Que no
cobran un euro y que incluso ponen dinero de su bolsillo. Pero tampoco tienen
la valentía de alzar la voz dentro de los partidos para condenar las prácticas
de sus compañeros. ¿Por qué no lo hacen? Porque también tienen miedo a no
aparecer en las listas de las próximas elecciones. Los partidos políticos son
dictaduras en las que el que se mueve no sale en la foto, se impone el
pensamiento único y no hay opción a la crítica. Para que luego nos hablen de
democracia.
Mediante el voto elegimos a aquellos partidos políticos que queremos que nos representen. El acto de votar libremente es la máxima expresión de la democracia. Pues resulta totalmente incongruente que precisamente sea en estos mismos partidos políticos donde menos democracia exista. Ya desde las bases de cualquier partido se sabe que todo es un juego de amiguismo, favores y múltiples "yo te doy y luego tu me das"
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