András, 22 Mayo de 2021
De irresponsabilidad, solemos tachar la fea costumbre de escapar voluntariamente de los problemas. Más grave es todavía, cuando el problema lo ha creado uno mismo. Y a quiénes practican con frecuencia la fea costumbre de la irresponsabilidad, los calificamos de irresponsables.
En todos los órdenes de la vida, hay siempre algún irresponsable para una irresponsabilidad, y no hay irresponsabilidad que no tenga detrás un gran irresponsable.
La política no es una excepción, y la irresponsabilidad se está convirtiendo en una costumbre donde, más que un defecto, es casi una virtud, que se valora por quienes tienen la irresponsabilidad de captar a los miembros de los partidos. Por eso, la irresponsabilidad va normalmente asociada a un grado de caradura importante, por encima de la media, y es proporcional al nivel de tragaderas que tenga la ciudadanía, el cual, por desgracia, suele ser muy elevado.
Un ejemplo reciente de irresponsabilidad política, lo tenemos en el propio Gobierno de España, encabezado por su presidente, por la ¿gestión? de la pandemia. Han escapado del problema, demostrando una irresponsabilidad absoluta, poniéndose de perfil y haciendo como que la cosa no va con ellos. Han hecho lo que, en términos coloquiales, suele denominarse un "Poncio Pilatos".
Sin embargo, cuando llega la hora de vender a la gente algún logro, aunque éste sea ridículo, entonces aparecen, incluso aquellos que no sabíamos que existían. Como el Ministro de Cultura y Deporte, a quien hemos conocido un año y medio después de haber prometido su cargo. Y lo ha hecho para anunciar la vuelta de público a los estadios de fútbol y a las canchas de baloncesto para lo que resta de temporada porque la vacunación va tan bien que han decidido premiarnos con unos cacahuetes.
Por tanto, la ecuación es muy sencilla: malas noticias, desaparezco, buenas noticias, aparezco. Son como el Guadiana de la irresponsabilidad política.
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