Pontevedra, 21 Octubre de 2015
El último debate del estado de la autonomía celebrado en
el Parlamento gallego, como la mayoría, no ha servido para nada. Primero porque
no es un debate. Son monólogos para besugos donde cada partido larga su rollo
sin ningún tipo de interés. Son mítines políticos, sobre todo en esta ocasión
en la que estamos tan cerca de unas elecciones generales. Se quejaba el PP de
que no había podido aprobar con consenso del resto de fuerzas medidas que
propuso. Es curioso que sea la necesidad la que les obligue a exprimir el cerebro
para plantear tantas medidas nuevas. Quiero decir, la necesidad de los votos.
¿No tuvieron tiempo antes para pensar, negociar, consensuar y aprobar estas
medidas?
Y en segundo lugar, ¿esperaban de verdad que la oposición
pactase algo con el Gobierno a estas alturas de la legislatura? Aunque fuesen
medidas razonables, e incluso estuviesen de acuerdo en ellas, no pueden
firmarlas, porque están en campaña y eso significa que no se pueda aceptar nada
aunque vaya a favor de los ciudadanos. Ya sabemos, primero el partido, y luego
el interés general. Lo único que vimos fueron unas lágrimas hipócritas el
presidente Feijoo, que hace como que se emociona para hacer ver que será su
último debate, y que así continuemos hablando de si se va o se queda. Para ir
de estrella, vamos.
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