Pontevedra, 02 Octubre de 2015
Fuera cual fuese el resultado de
las elecciones catalanas, lo que estaba claro es que iba a ser preciso abrir un
proceso de diálogo y entendimiento entre el nuevo gobierno catalán y el
español. No será de igual a igual, no se mantendrán relaciones bilaterales
porque España es un estado y Cataluña no, pero hay que dialogar, resolver lo que nos separa y fortalecer lo que nos
une.
Pero por encima de todo, hay
que dejar que los catalanes se expresen libremente en las urnas y digan qué quieren ser. Y podrán ser
independientes o una parte de a España, pero desde luego, lo que nunca será Cataluña
es ese país ideal al que se refieren los independentistas y que el propio Pep
Guardiola se atrevió a dibujar en un vídeo de propaganda en el que imaginó un
país con los mejores médicos, los mejores abogados, los mejores ingenieros, en
definitiva, los mejores en todo. Un ataque de narcisismo catalán que cala en la
población hasta el punto de que mucha gente prefiera una Cataluña independiente
pobre, a una Cataluña rica integrada en España.
Las elecciones ya se han
celebrado, y más allá de las típicas declaraciones políticas en las que todos
ganan, lo que está claro es que Mas gana
si gana, y gana si pierde. Ganaba las elecciones y perdía el plebiscito, o
ganaba las elecciones y el plebiscito. La realidad es que Mas ha ganado las
elecciones, porque la coalición en la que se integró su partido obtuvo más
escaños que sus adversarios; pero ha perdido el plebiscito, ya que no alcanzó
el porcentaje de votos necesario. Fue el propio Mas quien convirtió las elecciones
en plebiscitarias al no realizar durante toda la campaña de una sola propuesta de
gobierno que no fuera la independencia.
Pero es más, prueba de que las
elecciones eran un plebiscito es que el propio Mariano Rajoy, que negó el
carácter plebiscitario durante la campaña, analizó el resultado en clave
plebiscitaria. La típica jugada de los políticos de negar y afirmar lo mismo en
función de cómo les vaya en la feria.
Mas rompió la baraja, movió el
árbol en el peor momento, cuando el país estaba inmerso en una gran crisis
económica e institucional y además sin liderazgos claros y de peso. Ahora el
problema ya está sobre la mesa, y cómo
afrontarlo y resolverlo es lo único que importa.
¿Qué se va a negociar?
¿Quiénes serán los interlocutores? Son incógnitas que habrá que despejar con el
paso del tiempo, pero deberá ser rápido.
Desde luego, lo que está claro
es que el actual presidente del Gobierno no es la persona adecuada para ello.
Ya lo demostró desde que surgió el problema hasta ahora, con poca mano
izquierda y una inacción aterradora. Para Rajoy, la mejor forma de resolver los
problemas es no hacer nada, dejando que se enfríen y se olviden. “Si no hago nada ya estoy haciendo algo”,
llegó a decir. Pero su indolencia nos ha
llevado (en buena parte) a donde estamos ahora, y no podemos ni debemos
dejar en sus manos la resolución de semejante crisis.
Es un momento para tender
puentes, para dialogar, no para amenazar y hacer oídos sordos. El problema de Cataluña es un problema de
todos, se necesita altura de miras, tanto del Gobierno como de la
oposición. Y en este sentido, aunque probablemente el PP deje el Gobierno a
partir de las elecciones de diciembre, podría significar un peligro igualmente por
la poca responsabilidad institucional y lealtad con la que actúa cuando ocupa
la oposición.
Publicado en PontevedraViva.com el día 02 de Octubre de 2015
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