András, 13 Julio de 2022
En el momento en que
España empieza las vacaciones, en el momento en que todos, hartos de la
pandemia, de las restricciones, de llevar tanto tiempo encerrados y sin poder
disfrutar un poco de la vida, estamos deseosos de tomar unos días de descanso
físico y mental. En ese momento justo en el que las fiestas de los pueblos nos
hacen volver a sentirnos de nuevo con ganas de vivir, aparece Núñez Feijoo para
hacer de agorero, enfriar el ambiente y erigirse como el adivino que nos tira
el jarro de agua fría por encima.
Con la voz engolada y un acento castellano impostado que no cuadra con su origen, Feijoo ha pronosticado poco menos que el fin del mundo, anticipando una abismal crisis económica y dando por hecho que en la segunda mitad del año todo va a ir a peor.
Porque dónde la vicepresidenta Calviño solo ve “trimestres complejos”, o dónde el presidente del Gobierno atisba una “crisis a las puertas de Europa”, Feijoo no solo la ve de pleno en España, sino que además la percibe profundísima.
Advertir de lo que está por venir, en el caso de acertar, le permite aparecer ante la opinión pública como el hombre que se anticipó y apercibió al Gobierno de lo que nos venía encima sin que éste le hiciera caso. Sin embargo, al mismo tiempo, estar todo el tiempo proclamando el final del mundo, tiene el riesgo de ser visto por la misma opinión pública como el agorero que en el fondo desea que ese hundimiento se produzca.
Corre, además, el riesgo de que se le eche en cara una famosa frase de su colega de partido, el ínclito Montoro, que dijo aquello de “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. Es decir, el peligro de aparecer como quien desea el hundimiento con el único interés de recuperar el poder.
Es cierto que al PP le funciona el discurso económico, que consiste en decir que todo va peor de lo que parece y que Sánchez lo que hace es mirar para otro lado. De nade importan los decretos aprobados por el Gobierno con un montón de medidas paliativas cuando las únicas que importan son las que dice el PP.
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