viernes, 6 de marzo de 2020

¡De la que nos hemos librado!

A Rúa Nova, 06 Marzo de 2020

Algo no va bien en la política. Algo funciona al revés, porque vivimos en una sociedad muy competitiva, muy exigente, en la que la precariedad laboral empieza a ser la norma habitual, y donde los errores de aquellas personas que ocupan puestos de responsabilidad en empresas privadas, se pagan, incluso con el despido. Es decir, estamos en un mundo con una vida laboral agreste, dura y muy competitiva. Esto es lo que rige hoy para muchas personas, presión y precariedad laboral, donde a la mínima te la juegas.

Lo que no tiene sentido es que la política funcione con un código moral inverso al que están sometidos la mayoría de las personas. Por ejemplo, si alguien ha arruinado a su partido, en términos políticos, si ha cometido uno de los mayores disparates que se recuerdan en la política española desde el final de UCD, aplicándole la lógica del mercado, debería tener dificultades para encontrar trabajo durante un cierto tiempo. Y este es el caso de Albert Rivera.

Este señor ha arruinado el proyecto político al que cuatro millones de españoles dieron su confianza, ha sido incapaz de moverse con la mínima soltura y profesionalidad exigible a un dirigente político durante los meses en que su partido tuvo la oportunidad histórica de condicionar poderosamente la gobernación de este país en función de sus ideas, de su programa y de las esperanzas que sus votantes depositaron en él. Es decir, pilotó un fracaso sin paliativos que ha llevado a su partido a la situación de negociar las condiciones de la rendición ante el Partido Popular para pasar a ser absorbido en breve.

Esta semana Rivera ha reaparecido, y a pesar de la indecencia de la convocatoria, de su ego sin límites comparándose con los expresidentes y de perdonarles la vida a los que disfrutan de un trabajo precario, hemos asistido a una comparecencia extremadamente útil porque nos faltaba por ver cómo era realmente el personaje. Si se trataba de un adolescente caprichoso, o si había madurado e interiorizado el fracaso. De haberlo hecho, podríamos pensar que estábamos ante un hombre con calado político importante y que nos podíamos haber perdido algo. Pero no ha sido el caso. 

Albert Rivera es justamente lo que se ve, es decir, la banalidad absoluta, el exhibicionismo cutre. No hay detrás del personaje ningún fondo de armario ideológico, o de otra naturaleza, que merezca ser rescatado, y si alguien pensaba que tenía alguna posibilidad, remota, de jugar en el futuro algún tipo de papel, ha quedado claro que ya ha dado de sí todo cuanto podía. 

Por eso tenemos que darle las gracias, por mostrarse como realmente es y por dejarnos claro que no nos hemos perdido nada, más bien de lo que nos hemos librado. Rivera ha vuelto para redoblar el fracaso, el fraude que supuso para millones de españoles y para asestar el golpe definitivo a su partido.

Publicado en PontevedraViva.com el día 06 de Marzo de 2020




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