sábado, 25 de julio de 2015

El problema catalán

Pontevedra, 24 Julio de 2015

Artur Mas y sus socios quieren dinamitar la Constitución española. Esta frase la hemos oído durante los últimos tiempos de manera recurrente. Pero tiene que haber otra forma de hacer las cosas y seguro que pasa por una mayor implicación de todas las fuerzas políticas, con ganas de llegar a acuerdos y con mentalidad abierta.

La cuestión catalana no es de ayer, ha existido siempre en mayor o menor medida, pero es cierto que últimamente se ha incrementado fruto, entre otras cosas, de la poca sensibilidad del PP y de la política regresiva que el actual Gobierno ha llevado a cabo en materia de derechos autonómicos. Hay una miopía evidente ante este problema, negándolo constantemente e incluso a veces azuzándolo con decisiones que son leídas desde Cataluña como afrentas claras. Cada viernes aparece una ley que lamina las competencias autonómicas, y aunque en el resto de España se es poco sensible a esto, es evidente que en Cataluña si lo son.

El problema político catalán no va a desaparecer de la noche a la mañana. Hacen falta políticos valientes que asuman responsabilidades y cojan el toro por los cuernos. Sin embargo, veo difícil que alguien con valentía y liderazgo asuma tal responsabilidad, y menos alguien del actual Gobierno, porque España también tiene otros problemas que se relacionan con este y que no se afrontan.

Problemas como el de adaptar la estructura institucional a los nuevos tiempos. La deriva de los últimos años del marco institucional pactado en la transición ha llevado a traicionar los postulados que hicieron posible aquel momento histórico. Se pactó una división de poderes y en este momento no la tenemos porque el Ejecutivo controla todos los poderes. Se pactó que la estructura jerárquica institucional tuviera contrapesos pero han estado colonizados partidariamente y no funcionan como tales. Un buen ejemplo es el Tribunal de Cuentas, e incluso el Tribunal Constitucional. Pero además, en los últimos años es bastante evidente que el PP ha ido aplicando una reinterpretación restrictiva y retrógrada en la línea de recortar el pacto autonómico.

Cerrada la vía de la reforma y del blindaje de competencias a través de la reforma del Estatut, lo que queda ahora es cruda y llanamente, la reforma de la Constitución. Cuando fracasó, por la sentencia del Tribunal Constitucional, la vía de una reforma pactada del Estatut, nos veíamos abocados a poner el foco sobre la propia Constitución, y nos lleva a tener que tocar, tarde o temprano, la Carta Magna.

¿Es la separación la única solución que nos queda? No lo creo, porque supongo que habrá mucha gente que crea en un modelo inclusivo de todos los territorios en el que todo el mundo pueda encontrarse relativamente cómodo. Naturalmente, los independentistas que consideran que no hay nada que discutir con España nunca se sentirán cómodos, pero esos no son la mayoría de la población en Cataluña; aunque si seguimos como hasta ahora, acabarán por serlo.


Hay una España plurinacional en la que todos tendrían que ceder para alcanzar ese espacio, y es evidente que al PP buscar una definición que le acerque a ese consenso le costaría mucho, pero sería un camino similar y con costes similares al que tendría el independentismo radical. Es decir, todos tienen que ceder. Hay espacios de encuentro y entendimiento, y no es un problema solo de Cataluña, es un problema de otras regiones españolas y debemos definir un modelo que dé acomodo a las sensibilidades diferentes que hay en España.

Publicado en PontevedraViva.com el día 24 de Julio de 2015

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