Pontevedra, 24 Julio de 2015
Artur Mas y sus socios quieren
dinamitar la Constitución española. Esta frase la hemos oído
durante los últimos tiempos de manera recurrente. Pero tiene que haber otra forma de hacer las cosas
y seguro que pasa por una mayor implicación de todas las fuerzas políticas, con
ganas de llegar a acuerdos y con mentalidad abierta.
La cuestión catalana no es de ayer, ha existido
siempre en mayor o menor medida, pero es cierto que últimamente se ha incrementado
fruto, entre otras cosas, de la poca sensibilidad del PP y de la política regresiva que el actual
Gobierno ha llevado a cabo en materia de derechos autonómicos. Hay una
miopía evidente ante este problema, negándolo constantemente e incluso a veces
azuzándolo con decisiones que son leídas desde Cataluña como afrentas claras.
Cada viernes aparece una ley que lamina las competencias autonómicas, y aunque en el resto de España se
es poco sensible a esto, es evidente que en Cataluña si lo son.
El
problema político catalán no va a desaparecer de la noche a la mañana. Hacen falta políticos valientes que
asuman responsabilidades y cojan el toro por los cuernos. Sin embargo, veo
difícil que alguien con valentía y liderazgo asuma tal responsabilidad, y menos
alguien del actual Gobierno, porque España también tiene otros problemas que se
relacionan con este y que no se afrontan.
Problemas como el de adaptar la estructura institucional
a los nuevos tiempos. La deriva de los últimos años del marco institucional
pactado en la transición ha llevado a
traicionar los postulados que hicieron posible aquel momento histórico. Se
pactó una división de poderes y en este momento no la tenemos porque el Ejecutivo controla todos los
poderes. Se pactó que la estructura jerárquica institucional tuviera
contrapesos pero han estado colonizados partidariamente y no funcionan como tales.
Un buen ejemplo es el Tribunal de Cuentas, e incluso el Tribunal Constitucional.
Pero además, en los últimos años es bastante evidente que el PP ha ido
aplicando una reinterpretación restrictiva y retrógrada en la línea de recortar
el pacto autonómico.
Cerrada la vía de la reforma y del
blindaje de competencias a través de la reforma del Estatut, lo que queda ahora es cruda y llanamente,
la reforma de la Constitución. Cuando fracasó, por la sentencia del
Tribunal Constitucional, la vía de una
reforma pactada del Estatut, nos veíamos abocados a poner el foco sobre la
propia Constitución, y nos lleva a tener que tocar, tarde o temprano, la Carta Magna.
¿Es la separación la única solución que
nos queda? No lo creo, porque supongo que habrá mucha gente que crea en un
modelo inclusivo de todos los territorios en el que todo el mundo pueda
encontrarse relativamente cómodo. Naturalmente, los independentistas que consideran que no hay nada que discutir
con España nunca se sentirán cómodos, pero esos
no son la mayoría de la población en Cataluña; aunque si seguimos como hasta ahora, acabarán por
serlo.
Hay una España plurinacional en la que
todos tendrían que ceder para alcanzar ese espacio, y es evidente que al PP buscar una definición que
le acerque a ese consenso le costaría mucho, pero sería un camino similar y con
costes similares al que tendría el independentismo radical. Es decir, todos tienen que ceder. Hay espacios de encuentro y entendimiento, y no es un problema solo
de Cataluña, es un problema de otras regiones españolas y debemos definir un
modelo que dé acomodo a las sensibilidades diferentes que hay en España.
Publicado en PontevedraViva.com el día 24 de Julio de 2015
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