András, 27 Abril de 2021
El sábado por la noche me quedé atrapado en una enorme, azucarada y pegajosa tela de araña. No lo pude evitar. Escapa de ellos en la televisión y te los encuentras en la radio. Gayoso y Piñeiro ocupan todas las franjas horarias posibles en el ente público. Si no es en directo, es en los refritos que programan a todas horas sin ningún tipo de pudor o respeto por la audiencia.
Piñeiro entrevista a Gayoso para celebrar su cumpleaños, y durante una hora, se dedican halagos, al otro y a sí mismos. Y ese es precisamente el quid de la cuestión, dos personalidades diferentes pero igualadas en algo casi indefinible. Es difícil ver tanto narcisismo junto, tanta vanidad, egocentrismo, prepotencia y, en definitiva, tal ejercicio de enaltecimiento de la figura propia. De los dos, del entrevistado y del entrevistador. Ambos se proporcionan un masaje dialéctico a cada cual más dulce y empalagoso.
El segundo, antes de escuchar la respuesta del primero, se responde a sí mismo y se auto entrevista. En el fondo, lo que esconde con esta actitud no es más que la intención de estar siempre en primera línea de todo, de ser el protagonista único, lo que se debe, sin duda, a algún tipo de complejo de inferioridad.
Piñeiro quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. No permite que nadie le reste un ápice de protagonismo, por eso hace preguntas que él mismo responde con sus experiencias personales. De esta forma, cuando la otra parte ofrece su opinión, le obliga a referirse a la suya proporcionándole, si cabe, aún más protagonismo.
Pero lo peor de estos personajes no es el mensaje que trasladan, sino que se lo creen. Llegan a tal punto de levitación mental, que se convencen de cosas imposibles. Cómo ser los únicos que defienden la cultura gallega, de fomentarla y estar a la altura de cualquier personaje de la historia con méritos de sobra para estarlo.
Ellos son quiénes han logrado que las escuelas de música, las de teatro, las asociaciones culturales en general, se multipliquen por el territorio. Es más, sin ningún tipo de sonrojo, se comparan con los grandes referentes culturales de la historia y se igualan en méritos. En definitiva, ¿qué había en Galicia antes de Piñeiro y Gayoso?
Prácticamente nada. Y la gran pregunta, ¿qué nos espera tras ellos? Imagino que entraremos en un invierno cultural, donde el oscurantismo y las sombras lo inunden todo.
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