viernes, 25 de diciembre de 2015

El discurso del Rey

Pontevedra, 25 Diciembre de 2015

Como cada Nochebuena, el Rey sale por televisión para ofrecernos un discurso que otrora, era de felicitación navideña y que en los últimos años ha cogido un tinte más político que nunca. Este ha sido el segundo discurso de Felipe VI, y la verdad, a pesar que me separa de él la concepción de la jefatura del Estado, atribuido a una persona por herencia en lugar de hacerlo por el poder de las urnas, tengo que reconocer que, ahora mismo, en la escena política española, es de las pocas personas que dicen cosas sensatas. Al menos las personas que le escriben los discursos, lo hacen. Quiero creer que él tiene mucho que ver en todo ello. Lo que no se le puede negar es intención.  Más allá de estar o no de acuerdo con lo que dice, lo que transmite es seguridad y ganas de convencer. Se ve que cree lo que dice, y eso, a estas alturas, ya es mucho.  

Como no podía ser de otra forma, y ante la situación política que nos han dejado las urnas la semana pasada, el discurso de este año se ha centrado en un llamamiento al diálogo y el entendimiento y aunque Cataluña no ha sido nombrada explícitamente durante todo el mensaje, ha sido uno de los temas protagonistas de manera implícita.

Felipe VI no se anduvo con rodeos a la hora de señalar la difícil situación en la que vivimos y apeló a la unidad dentro del marco constitucional que nos une y en la que, según sus propias palabras “caben las distintas formas de sentirse español”.

Ahora saldrán todos los líderes políticos a decir lo que dicen todos los años el día 25, que el Rey estuvo muy bien, que tiene razón en lo que dice y, en definitiva, arrimando el ascua del discurso a su propia sardina. Pero esta vez no les valdrá con palabras, sino que deben demostrarlo con hechos, y poner en práctica el discurso del Rey que les ha marcado un rumbo claro. Que aprendan nuestros políticos, sobre todo algunos, que no entienden que se pueda ser español pero con sensibilidades diferentes.

En esta ocasión el lugar elegido para el discurso fue el Palacio Real, sin duda con la intención de dar una mayor solemnidad de la unidad y poder de España.

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