domingo, 13 de diciembre de 2015

¿El debate decisivo?

Pontevedra, 11 Diciembre de 2015

Estamos ante una nueva cita electoral, la enésima de este año, pero sin duda una de las más importantes de los últimos años. A ella acuden nuevos partidos políticos, con nuevos líderes que pretenden comer terreno a los viejos partidos, a los que nos han traído hasta aquí, pero que muestran ciertas deficiencias para llevarnos hacia el futuro. Por esa puerta abierta tratan de colarse los nuevos, proponiendo cambios en las políticas a aplicar y en las caras. Presentan candidatos jóvenes, con mucha formación y con una nueva imagen más cercana al elector. Lo único que les falta es experiencia de gobierno, porque no tuvieron la oportunidad que tuvo Rajoy de entrar en la política desde que salieron de la escuela.

La campaña arrancó, y todos se afanan por prometer, prometer y prometer. Otra cosa será el cumplimiento de las promesas. De eso nadie ha dicho nada. De momento lo que importa es convencer con la promesa, lo que tenga que venir ya vendrá. Total, dentro de cuatro años hay tiempo para buscar las excusas el incumplimiento. Algunos argumentos girarán en torno a la falta de consenso o la falta de lealtad de la oposición. En fin, la culpa será de los otros.

Y en plena campaña, irrumpió con fuerza el mal llamado debate decisivo. En él se enfrentaron tres candidatos y la portavoz de un cuarto, por qué éste, no se atrevió a acudir a pesar de tratarse del propio presidente del gobierno. El acontecimiento televisivo que el pasado lunes pudimos ver, tenía una puesta en escena propia de una nueva entrega de Gran Hermano o de Eurovisión. Tenía más de acontecimiento televisivo que de debate de los que pueden dirigir el futuro del país en un par de meses. Pero todo ello, ¿para qué? Pues para bien poco. Para que los candidatos larguen sus idearios partidistas previamente escritos. ¿Por qué le llaman debate si cada uno dice lo que quiere independientemente de las preguntas que le hagan? Toda esta parafernalia no vale para nada. La excepcionalidad del debate es lo que lo hace anormal. No estamos acostumbrados a ver cómo nuestros representantes políticos confrontan ideas de forma abierta, sin más normas que el respeto mutuo. El debate decisivo, fue un programa de televisión montando para ganar audiencia y ponerse la medalla de sus derechos.

¿Qué debate es el que hay que medir los tiempos hasta el último segundo? ¿Qué debate es el que hay que pactar si están sentados o de pie? ¿Qué debate es el que hay que pactar quien empieza primero a hablar, quien acaba o quien se pone a la derecha o a la izquierda? Está todo tan encorsetado y hay tantas normas que se convierte en pequeños monólogos en los que cada uno suelta el discurso que se ha estudiado previamente. Las mismas respuestas, las mismas réplicas y los mismos tonos. Ninguna propuesta nueva, ninguna autocrítica y poca iniciativa. En definitiva, hay que reconocer que el que mejor se desenvolvió en este cuerpo a cuerpo fue Pablo Iglesias. Rivera estuvo nervioso y demostró que aún está verde. Sánchez sobrado pero sin argumentos y Soraya simplemente patética. El debate no vale para nada, pero los ciudadanos tenemos que votar y tomar una decisión. De eso no nos van a librar.

Publicado en PontevedraViva.com el día 11 de Diciembre de 2015

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