miércoles, 17 de julio de 2024

El curita homófobo

András, 17 julio de 2024


Hace unos días, tuve la desgracia de tener que acudir a un oficio religioso católico. Cierto es que no estaba obligado, pero a veces hacemos cosas por otros, por respeto a sus creencias que, dicho sea de paso, son tan legitimas como las nuestras.


Particularmente, a pesar de haber sido educado en la religión católica, por defecto, como a la mayoría de la gente de mi generación, dejé de creer en el asunto hace muchos años. Concretamente, cuando empecé a dudar de que todo lo que nos estaban contando era un cuento chino. Eso de que el mundo lo hizo un señor en unos cuantos días no me cuadraba con lo que decía la ciencia y las pruebas que aportaban.


Además, es difícil de creer en algo cuando sus propios dirigentes hacen todo lo contrario de lo que van pregonando un día sí y al otro también. Una empresa con un patrimonio exagerado, que cotiza en las bolsas del mundo con el único objetivo de ganar beneficios, no parece el mejor legado de quién se denominaba el rey de los pobres.


En todo caso, dejando a un lado mis ideas, acudí a la celebración de aquel rito religioso para comprobar que allí se sigue contando lo mismo de siempre, que no han avanzado un ápice, a pesar de que la sociedad es totalmente diferente y diversa. Ellos siguen a lo suyo, a segregar y a mentir.


El sumun del bochorno se produjo cuando el autodenominado ministro de dios habló de la famosa falacia de la resurrección de los muertos, para decir que no esperemos reencarnarnos en lo que somos ahora, y que ni siquiera “los homosexuales crean que van a volver convertidos en mariposas”. Esta última frase con un tono chulesco y encargándose de recarmarcarla bien para que se notase el deje facha que tenía el homófono curita.


¿De qué lado creen que se pondría este señor si en España hubiera una nueva guerra civil? ¿Lo ven del lado de los pobres, de los desfavorecidos, de las minorías o, por el contrario, se lo imaginan formando parte de un grupo de camisas azules para santiguarse y perdonar los pecados a los que hicieran el paseíllo?


Cierto es que nadie me obligó a estar allí, que los que acuden suelen creer en estas cosas y aceptan a pies juntillas lo que les dicen. Pero, estar un rato, fue suficiente para recordar el peligro al que nos enfrentamos. Unos están en la tribuna del Congreso de los Diputados, y otros en los púlpitos de las iglesias, pero son los mismos. Por cierto, siempre mirándonos desde arriba.

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