András, 26 julio de 2024
¿Se puede vivir sabiendo cuándo vas a morir? Si, se puede. El ser humano se adapta a todas las situaciones que le puedan ocurrir durante su vida. Puede tardar más o menos a tiempo, pero lo único que no es capaz de superar, es la muerte, el momento exacto del fallecimiento. Cualquier otra circunstancia que le pueda suceder, es superada con mayor o menor dificultad, porque su capacidad de adaptación es enorme.
Cuando a Julia le diagnosticaron un cáncer, el mundo se le vino encima. No acertaba a ver nada claro, ni siquiera era capaz de aplicar un mínimo de lógica para establecer unos parámetros mínimos que le ayudasen a tratar de superar aquella noticia.
Evidentemente, estaba en manos del hematólogo, pero ella también tenía un enorme trabajo que realizar para, al menos, intentar retrasar aquel final el mayor tiempo posible.
Cuando le hablaron de cáncer, fue como si el día se volviese noche de repente, todas las puertas se le cerraron y lo único que acertó a ver de forma clara fue el principio del fin. Entró en el tiempo de descuento, en una especie de prórroga que le había otorgado la vida para que la aprovechase lo mejor posible. Así se sentía Julia, abatida y asustada. Lo primero que pensó fue como ordenar su vida para que sus hijos no tuvieran problemas cuando ella falleciese.
Que su primer pensamiento fuera para sus hijos, no es extraño. Lo que sí lo fue, es que en lugar de pensar qué podía hacer ella para que aquel proceso no fuese definitivo, pensase en arreglar el papeleo y el traspaso de sus cosas materiales a sus descendientes. Es decir, su primer pensamiento fue de derrota, asumiendo que ya no había solución y que el final era la única salida.
Tras el primer golpe, pasaron unos días. El problema seguía ahí, y ella continuaba con los mismos pensamientos. Preocupada en no dejar ningún cabo suelto que le complicase la vida a sus hijos. Cuanto más ocupada estaba, menos pensaba en el cáncer, salvo los días que tenía que acudir al hospital para recibir su tratamiento.
A Julia le habían puesto una fecha de caducidad, sin embargo, estaba tan atareada trabajando para cuando no estuviera, que apenas se acordaba de que aún estaba. Vivía sabiendo cuando se iba a morir y, en vez de aprovechar el tiempo que le pudiera quedar para ella, lo estaba gastando en arreglar el futuro de sus hijos.
¿Se trataba de una reacción humana de madre protectora o, por el contrario, su mente necesitaba una excusa para no pensar en que le quedaba poco tiempo de vida? Estar ocupada era la mejor terapia hasta que las consecuencias físicas le impidiesen seguir viviendo con cierta autonomía.
Julia falleció a los tres meses de ser diagnosticada de una leucemia, no tuvo tiempo para ordenar su legado, pero tampoco se acordó de que tenía cáncer hasta que falleció.
Publicado en PontevedraViva.com el día 26 de julio de 2024