A Rúa Nova, 05 Enero de 2020
En el Congreso de los Diputados se pueden escuchar muchas cosas. Discursos más moderados y discursos más radicales, rupturistas e incluso, algunas veces, que nos pueden doler. Pero en eso consiste la democracia, en aceptar que todos los representantes de los ciudadanos tienen los mismos derechos y que cada uno intenta defender sus ideas y su modelo de país como mejor pueda o sepa. Si no empezamos por reconocer que cada diputado tiene la misma legitimidad que el contrario, entonces ya partimos de un escenario contaminando.
Y esto es precisamente lo que la derecha y la ultraderecha española no acaban de entender, que tan legítimos son ellos como los adversarios. Que valen igual sus votos que los de los demás, sean quienes sean los adversarios y defiendan las ideas que defiendan. La democracia no puede ser buena solo cuando ganas o cuando te da la razón.
Antes, a los de derechas se les suponía una mejor educación, porque tenían dinero y solían ir a colegios de pago, algo felizmente ya superado, porque hoy en día la educación pública es más y mejor que la privada. Pero estos días, en el debate de investidura, hemos podido comprobar que los radicales son ellos, y los discursos rupturistas han dado paso a los comportamientos maleducados.
No dejan hablar, interrumpen, insultan, gritan y gesticulan. Parece que les cuesta aceptar la libertad de expresión y no quieren entender que, en la España que tanto dicen defender (muy a nuestro pesar) ya hay una democracia plena y con la libertad de expresión como uno de sus mayores logros.
La derecha española es la más retrógrada de Europa, instalada en el cuanto peor mejor, en la bronca y en la deslealtad al partido del gobierno. Ni apoyan, ni se abstienen ni presentan una mayoría alternativa. Representan lo peor del pasado y, tras unos meses de espejismo, han vuelto al radicalismo para tratar de recuperar el poder.
El ejemplo de Suárez Illana durante la intervención de una diputada es significativo. Ha vuelto a hacerle un flaco favor a su apellido y a la memoria de su padre al dar la espalda a la representante de Bildu, que ocupa un escaño tan legal y legítimo como el suyo, y elegida con los mismos votos que le permiten a él hacer el ridículo y ser un maleducado en el Congreso. ¿Que hubiera pasado si su padre hubiese tenido la misma actitud frente a quienes, por aquel entonces, eran considerados los enemigos de la nación?
Vienen años duros, con un gobierno débil y con una oposición dura, desbocada y desleal, dispuesta a cualquier cosa para alcanzar el poder.
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