A Rúa Nova, 10 Enero de 2020
El partido se resolvió en la prórroga y por penaltis. Este desenlace, más propio de una final de Copa, nos lo había reservado el destino para la elección del presidente del gobierno. Final de infarto, hubiera titulado la prensa deportiva. Hemos tenido que ir a a los penaltis para dilucidar el ganador del encuentro, y estuvimos pendientes de la radio para escuchar las votaciones como sí de lanzamientos de penalti se tratase.
Uno a uno fueron cayendo los votos para la investidura de Pedro Sánchez, con emoción y sin un resultado claro hasta el penúltimo voto. Si, No, Abstención... mientras se nos encogía el corazón cada vez que nombraban a un diputado y pensamos si sería ese el que dijera lo contrario de lo que se le suponía. Hasta que, por fin, la presidenta del Congreso, con el último voto, transformó el penalti definitivo, el que le otorgó al candidato la mayoría simple necesaria para alcanzar la tan ansiada presidencia del gobierno. Así somos aquí, lo dejamos todo para ultima hora y, si puede ser, con suspense.
Sánchez, quién ha dedicado gran parte del tiempo que lleva en política a su interés personal, y al que hay mucho que criticarle es, por encima de todo, un superviviente que ha resistido a muchas presiones, al rechazo de su propio partido y a las injurias de la derecha casposa de este país.
Ahora, acaba de ser investido presidente para formar el primer gobierno de coalición de la democracia. Sin embargo, a pesar de que los gobiernos de coalición son algo habitual en los países de nuestro entorno, aquí, al parecer, va a ser el principio del fin de España.
Pero Sánchez se merece una oportunidad para demostrar que se puede gobernar en coalición, que se pueden hacer políticas de progreso, que se puede pactar con los independentistas dentro del ordenamiento jurídico en vigor y, sobre todo, una oportunidad para demostrar que es el mejor de la peor hornada de políticos desde la transición. Casado, Arrimadas y Abascal representan lo peor de la derecha, lo más reaccionario y retrógrado que parecía olvidado.
Para aprovechar la oportunidad, además de programa, coordinación y lealtad, necesita un cambio de actitud y mostrar una cara más amable, menos altiva, bajarse del avión presidencial y tocar tierra. Pero también necesita al mejor Pablo Iglesias, al que hemos visto mientras el PSOE negociaba con Esquerra, no al de antes. El talante va a ser tan importante como cualquier otra cosa a partir de ahora.
Esa es la grandeza de la política, pensar que se puede mejorar la vida de la ciudadanía pero desde la moderación y el respeto absoluto al adversario, no en vano, el Gobierno es de todos y para todos. El ejemplo contrario de lo que hace la derecha y la extrema derecha. Avasallar, mentir, exagerar y ahora también, insultar.
Publicado en PontevedraViva.com el día 10 de Enero de 2020
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