Pontevedra, 02 Septiembre de 2016
La figura de Albert Rivera, igual que el peso de su
partido en la política española, está empequeñeciendo a pasos agigantados. El porcentaje de voto y su
traducción en escaños ha descendido desde el 20D al 26J y si volvemos a las
urnas en diciembre, comprobaremos como seguirá cayendo. Los motivos de este
hundimiento son diversos y complejos, pero hay dos factores que destacan sobre
los demás. Uno, la falta de equipo en
todo el territorio, Ciudadanos se circunscribe prácticamente al propio Rivera y
unos cuantos más; y dos, el constante cambio de criterio en diversos temas
que le han provocado numerosas polémicas y contradicciones. Metafóricamente, tanto
Rivera como su partido, son como ese globo que compramos a los niños en la
feria y que tras varios días en casa empieza a perder aire.
De gran promesa de la nueva
política, ha pasado a ser uno más, un
político normal y corriente, que promete lo que no puede cumplir y que se
llena la boca de principios que a las primeras de cambio canjea por un par de
sillones.
Aunque posiblemente, el gran
error de Rivera ha sido que le ha podido el afán de protagonismo, y ha querido
ser el centro de la política española; el centro ideológico y el centro de
atención. Pero ni una cosa ni la otra, porque el centro político no lo representa ya que es de derechas. Y su
insistencia en ser el centro de atención lo pagará caro tras pactar con el PP
un compromiso de investidura a pesar de haber repetido hasta la saciedad que
nunca apoyaría un gobierno encabezado por Rajoy, al que considera el máximo responsable
de la corrupción y del que dijo, el día
anterior al discurso de investidura de éste, con el acuerdo ya firmado, que no
era de fiar. Es más, se lo repitió el mismo día del debate en el Congreso.
Y no sirve la excusa del supuesto servicio al país, como gran salvador de la
patria, porque tenía otras opciones antes de echarse en los brazos de Rajoy.
Pero, no solo lo sustenta,
sino que ha tenido que tragarse sus propias palabras en aspectos que antes
parecían irrenunciables. Gracias a él, no sabemos exactamente que es corrupción
política, porque le ha puesto tantos matices que dudamos entre definirla como
un daño o un servicio a la ciudadanía. Ahora, resulta que la malversación o la
prevaricación no son corrupción. ¿Es
este el gran pacto por la corrupción? Sin duda, se ha dejado engañar por Rajoy,
presidente del primer partido de la historia de España investigado por
corrupción.
Rivera es el hombre menguante
de la política española, y ha pasado de ser el líder centrado de la nueva
política, a ser el perfecto escudero del líder descentrado de la vieja
política. Ansiaba ser el Adolfo Suárez del siglo XXI, pero se quedará en
palmero de Rajoy. Me pregunto que pensarán sus votantes, que deberán elegir
entre seguir confiando en la marca blanca u optar directamente por la original.
De la mano de Rivera, Ciudadanos camina
hacia el mismo destino que el CDS, incluyendo su desaparición e integración en
el PP, porque ha sido abducido por Rajoy, y en poco tiempo le veremos
integrado en las filas de la derecha clásica. En fin, uno más de la política
española.
Publicado en PontevedraViva.com el día 02 de Septiembre de 2016
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