Pontevedra, 09 Septiembre de 2016
Cuando C´s pactó
con el PP no sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo. Rajoy es pusilánime e
indolente, pero no da puntada sin hilo, y menos cuando se trata de favorecer a
su partido, a sus amigos, o a sí mismo. El
PP es un lobo con piel de cordero y cuando se siente acorralado, ataca.
Pero eso Rivera no lo sabía cuando firmó el famoso pacto de los 150 puntos en
papel mojado, aunque tardó poco en darse cuenta de lo que había hecho.
Cuando aún no había finalizado el debate de investidura, Rajoy ya había engañado a Rivera
proponiendo al exministro Soria para un puesto en el Banco Mundial. Una
nueva golfada para favorecer a un amigo todavía con el pacto de regeneración caliente.
¿Qué esperaba Rivera teniendo en frente
a Mariano Rajoy y a Rafael Hernando?
Cuando dos partes quien llegar a acuerdos, tener una
voluntad de cooperación y cierto “feeling”, suelen nombrar negociadores serios,
con espíritu de colaboración y sobre todo, moderados. Pero esto en el PP no lo
entienden porque no son gente acostumbrada al pacto, y por eso tienen al tal Hernando de portavoz, aunque
quizás debiéramos decir de “portacoz” viendo cómo trata a sus adversarios
políticos. Si la apuesta del PP para la famosa regeneración democrática es
tener a Rajoy al frente del Gobierno, y a Hernando al frente de la portavocía del
Parlamento, estamos aviados.
El propio Rivera vivió en sus propias carnes la
agresividad y la chulería de Hernando en el pleno de investidura. Le echó una
bronca de aúpa cuando todavía no se había producido la votación. En cuanto vio que Rajoy no iba a ser
investido, tiró contra todo lo que se mueve, incluso contra quienes le habían
dado el sí a la continuidad de la “broma popular”.
Pero Rajoy persevera. Esa es su especialidad, perseverar,
aguantar con la cabeza bajo tierra hasta que los problemas se arreglan por si
mismos o desaparecen. Persevera en todo,
en el ánimo de ser todavía elegido presidente y en seguir cometiendo errores de
bulto que ya solo él y sus incondicionales, no ven. Persevera en que le
regalen la presidencia, persevera en agarrarse a su candidatura cuando ha sido
repudiado por la mayoría del Parlamento y, sobre todo, persevera en los
errores, como el del nuevo caso Soria.
Perseverar puede ser una virtud, pero en el caso de
Rajoy se está convirtiendo en un problema de dimensiones incalculables.
Persevera en no escuchar y no querer ver la realidad que nos afecta a todos. Señor Rajoy, háganos un favor a todos y
deje de perseverar.
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