Pontevedra, 29 Enero de 2016
Decir que la Iglesia católica es una organización
arcaica, oscura y retrógrada, es una afirmación que tan solo los ultracatólicos
discuten. Se empeñan en quedarse anclados al pasado, sin reconocer que la
sociedad ha avanzado y que los tiempos actuales no son los de la Edad Media. El
actual obispo de Córdoba, Demetrio Fernández González, es un buen ejemplo de ello. El
pasado día 24 de diciembre, hizo unas declaraciones referentes a la fecundación artificial, que merecerían de una sanción ejemplar si el código penal
español estuviera adaptado a los tiempos actuales. El obispo, dijo que la
fecundación artificial es un “aquelarre
químico de laboratorio”, llegando a afirmar que el “abrazo amoroso de los
esposos no puede sustituirse nunca por la pipeta de laboratorio”. Como no podía ser de otro modo
las declaraciones
levantaron un enorme revuelo, hasta el punto de que el diputado electo del PSOE en el Congreso por Córdoba, Antonio
Hurtado, reconoció sentir “vergüenza
ajena” de las palabras del obispo.
Pero con el tal Demetrio llueve sobre mojado, porque no
es la primera vez que se mete en un charco de este tipo. De hecho, es famoso
por sus continuas declaraciones moralistas. Tiempo atrás, fue noticia por manifestar
que la Unesco tenía un plan para “hacer que la mitad de la población mundial
sea homosexual” o recomendar en fechas prelectorales “a quien gobernase”
aplicar la llamada “ley natural” respecto al aborto. Pero no se quedó ahí,
porque lejos de rectificar, el obispo ultraconservador reiteró que la homosexualidad
constituye una verdadera “plaga”. Estas frecuentes declaraciones, en todo modo
incalificables, llevaron al portavoz del Gobierno andaluz, Miguel Ángel
Vázquez, a pedir a la Iglesia que le
pusieran un bozal al obispo de Córdoba.
Y es que su afán de ser perejil de todas las salsas,
incluso le llevó a cuestionar directamente los dictados y propuestas de su máximo
jefe, el Papa Francisco, al cual se permitió el lujo de desautorizar en
referencia al anuncio papal sobre la nulidad del matrimonio. Una desautorización en toda regla al Sumo
Pontífice hecha por un inferior orgánico de provincias que da vergüenza
ajena.
Si viviéramos realmente
en un país aconfesional, se legislaría contra este tipo de declaraciones que no dejan de ser una
verdadera declaración de intenciones y que van contra la ética y el respeto al
ser humano, el avance científico, la felicidad de las parejas con problemas de
fertilidad o la salud de las personas. En el caso de la reproducción asistida,
la Iglesia debería abstenerse de realizar injerencias en cómo se organiza cada
familia. Está muy bien hablar de dignidad y teorizar desde fuera del problema,
pero hay que ponerse en la piel de quien tiene un hijo enfermo o problemas de
fertilidad.
Pero la Iglesia no da puntada sin hilo, y en sus
declaraciones tratan siempre de cercenar los derechos de los demás. Cada uno tiene derecho a pensar libremente
como le convenga, pero a lo que no tiene derecho es a realizar este tipo de
descalificaciones y anuncios que van contra la los que no piensan igual. La
Iglesia no avanza, y tampoco hay interés en que lo haga. La derecha le sostiene
subvenciones millonarias porque comparten ideario; y la izquierda, cuando le toca
gobernar tampoco se atreve a frenarla por aquello del miedo a perder votos de
los católicos de izquierdas, que también los hay. Entonces, ante este panorama,
tenemos que seguir observando cómo personajes como el obispo de Córdoba suelte
por la boca cuantos improperios y estupideces se le ocurran sin ningún tipo de
consecuencias.
Publicado en PontevedraViva.com el día 29 de enero de 2016
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