Pontevedra, 11 Septiembre 2015
El señor Fernández
Díaz se ha vuelto a equivocar gravemente, y ha pasado de puntillas por un
asunto que tiene mucha más miga de la que nos han mostrado. Posiblemente poco
haya que recriminarle al ministro del
interior por la reunión que mantuvo
en su despacho oficial con Rato. Poco o mucho, depende como se quiera ver,
porque el ministro está siempre metido en el fango y enzarzado en inoportunas
declaraciones de todo tipo. Su incontinencia verbal le ha llevado a meter la
pata en innumerables ocasiones. Algunas de sus perlas más sonadas han sido adelantar
a los medios de comunicación actuaciones policiales poniéndolas en peligro,
comparar el independentismo catalán con el yihadismo, y la penúltima, la
aprobación de la polémica Ley Mordaza. Fernández Díaz es un radical al mando de
uno de los ministerios más importantes del Gobierno.
Un radicalismo que además adereza con su catolicismo
ortodoxo y como miembro del Opus Dei. Sin duda esta faceta personal le influye
en sus declaraciones y actuaciones, no en vano, tuvo la feliz ocurrencia de
conceder la medalla de oro al Mérito Policial (a título honorífico), la máxima
distinción del Cuerpo, a Nuestra Señora María Santísima del Amor; y la Gran Cruz
de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar. ¿Cabe mayor dislate? Ahora ha puesto su cargo de ministro al
servicio de un investigado por la justicia. Dijo que en la reunión solo
estuvieron Rato y él. Bueno, y Dios, porque según sus propias declaraciones “Dios
está en todos sitios, incluso en el Congreso”.
Pero a pesar de ser un problema para el Gobierno y por
extensión para el país, en política los
temas internos se zanjan con facilidad, y la metedura de pata del locuaz
ministro con Rato no iba a ser una excepción. Finalmente, la Fiscalía no observó motivos para investigar
la reunión, el PP se mostró aliviado y dio carpetazo a la torpeza del número
uno de Interior. Y ya está, como no hay motivos para investigar presuntos
delitos, el tema queda zanjado y el partido se ve reforzado. Pues no señores.
El error de Fernández Díaz reuniéndose con un imputado y acusado de graves
delitos en el despacho oficial es un
acto muy grave. Aunque no haya motivos para la investigación lo que si hay
es un acto muy feo (reconocido por ambos) que deja en muy mal lugar al Gobierno
y saca a la luz la idea que tienen de la justicia y el trato de favor.
¿Alguien se cree que no se trataron temas del proceso
judicial de Rato? ¿Era necesario verse en el despacho del ministro para preguntarse
por las familias? No, por tanto, es
evidente que hay un trato de favor hacia un investigado por la misma policía
que el ministro dirige. Como en muchos otros casos, la justicia es la que
demuestra o no posibles delitos, pero los actos no se juzgan siempre con la ley
en la mano. Como este, en el que la evidencia, aunque legal, es políticamente
una torpeza. Puede que no haya ninguna responsabilidad penal en el caso, pero
si política. El problema es que en este país la responsabilidad política
depende de unos irresponsables que se meten en política para tener de que
vivir.
Pero como el señor
ministro es una fuente inagotable de torpezas que sacan a la luz su radicalismo,
la ultima ha sido comparar a los refugiados que llegan de Siria con las goteras
en una casa. ¿Dónde está la misericordia del ultraconservador y ultracatólico
ministro? ¿Es así como entiende su Dios la compasión hacia los que están
sufriendo? ¡Señor ministro, menos misas
y más humanidad!
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