Pontevedra, 18 Septiembre de 2015
Muchos son los reconocimientos
que se le han hecho a Álvaro Cunqueiro
desde su desaparición, pero poco se
imaginaba él que a estas alturas su nombre iba a estar en boca de todos por
motivos bien diferentes a los de su enorme talla literaria. Primero en
Madrid, donde el nuevo Gobierno municipal pretendió (y aún anda en ello)
retirarle la calle que lleva su nombre en la capital. Y ahora en Galicia, su
tierra natal, donde el Gobierno de la Xunta quiso homenajearle poniéndole su nombre
a un hospital, y lo que han conseguido es que se asocie a una gestión calamitosa.
El PP pretendía ganar prestigio con la apertura del nuevo
hospital de Vigo, poniéndose una medalla por la apertura de hospitales en tiempos de crisis,
pero parece que de momento el tiro les está saliendo por la culata. Es el
problema que tiene mezclar la gestión de lo público con los intereses
partidistas. Quisieron apurar en su
apertura para utilizarlo como propaganda política de cara a las próximas
elecciones, y les ha salido mal. Nos engañaron, porque prometieron un hospital
público y lo que hay en Vigo no es un hospital público, sino privado, al menos
público-privado, que es muy diferente a uno público.
Ya sabemos lo que pasa cuando
lo privado se mete por medio en política; que la economía entra en juego y la
rentabilidad económica se convierte en el objetivo final, en detrimento del
interés común. Y eso choca de frente con la calidad que los ciudadanos
exigimos, sobre todo en aquellos servicios que afectan a la salud. Una empresa privada gestionará los servicios
no clínicos del hospital por un período de 20 años a razón de 68 millones de
euros anuales que pagaremos todos. Pagaremos una tasa anual, y además
pagaremos por la comida, el agua, el parking,....
El PP suele repetir dos máximas cada vez que habla de
sanidad. Una, que nadie paga en España por entrar en un hospital. Una frase
hueca, vacía de contenido y que esconde una mentira en sí misma, porque todos
los españoles pagamos impuestos (muchos) con los que se construyen y mantienen
los hospitales. Sin embargo, ahora
quieren que paguemos dos veces: primero con los impuestos, y después a los
gestores privados del hospital. Y aunque no paguemos por las consultas, sí
lo haremos por todos los servicios que conlleva la estancia hospitalaria. Y
dos, aludir a la profesionalidad de los equipos sanitarios para tapar los
errores de gestión política. Pero los
ciudadanos no nos quejamos de ellos, sino de la gerencia, la gestión, las
instalaciones y los medios con los que cuentan. Ya sabemos que nuestros
médicos y servicios sanitarios en general son de altísima calidad. El problema
de fondo es que el PP no cree en la
sanidad pública, sino en la gestión privada de la sanidad
pública, y ello supone que el concepto
de público (de todos) quede subordinado al concepto privado (de unos pocos).
Miles de vigueses se manifestaron pocos días después de su entrada en
servicio del nuevo hospital, pero no lo hacían solo por las deficiencias y la mala
gestión en su apertura, sino que lo hacían
por el modelo escogido por la Xunta para su construcción y gestión,
protestaban porque nos prometieron un centro publico y tenemos un centro
privado.
Por tanto, los ciudadanos de Vigo se sienten
engañados, porque les han vendido un hospital que estaría a la vanguardia
de las instalaciones sanitarias mundiales, pero les han dado un hospital que ha nacido enfermo. Y que además
hipoteca a la ciudad y a la comunidad para muchos años porque el PP no pensó en
un modelo duradero, sino en uno con visión cortoplacista.
Publicado en PontevedraViva.com el día 18 de Septiembre de 2015
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