András, 01 Noviembre de 2021
Es una obviedad que todo se ve de diferente forma en función del momento en que se analiza y, por supuesto, de la edad que tenemos cuando lo hacemos. Solo cuando cumplimos años, nos vamos dando cuenta de lo que cambian algunas cosas observadas desde nuestra perspectiva actual.
Cuando empezamos a pensar que antes todo era diferente, es solo un aviso de que nos estamos haciendo mayores. Pero es verdad, las cosas son diferentes no porque en sí mismas lo sean, sino porque nuestra forma de verlas, de enfocarlas y de vivirlas es, lógicamente, diferente y está muy condicionada por el momento y por la edad.
Posiblemente un niño de hace cuarenta años viviría un día como el de hoy de forma bien diferente a los de ahora. En primer lugar, porque hoy los niños ya no acuden a los comentarios como lo hacíamos los de entonces. Pero quizás también porque antes todo estaba impregnado de un halo de misterio. Todo era más oscuro, y por eso el día de difuntos era un día que imponía mucho respeto.
Las visitas al cementerio el día uno de noviembre eran de todo menos agradables. Entrar en un lugar lleno de muertos se convertía en un auténtico terror para un niño.
Todavía recuerdo aquellas vivencias, creo que es una lección que en algún punto de nuestras vidas todos tenemos. El color de las flores muertas, la gente vestida de negro, los llantos desgarradores, los ropajes de los sacerdotes, el olor a incienso... Pero hay algo que ni se aprende ni se dice. Es ese algo que se siente en el alma y que anida en el corazón. Me refiero a la presencia de aquellos que se fueron.
Los seres humanos vivimos con la muerte a cuestas. Siempre formando parte de nuestra vida y después de fallecer, seguimos estando en la mente de nuestros familiares y amigos, al menos durante algún tiempo. Y los días 1 y 2 de noviembre, están especialmente relacionados con la muerte, y muchas veces no se es consciente de lo que realmente se celebra, y se confunden estas fechas y su razón de ser.
Sin pretender entrar en explicaciones profundas, que requerirían de conocimientos en materia religiosa, la gran diferencia es que el día 1 se celebra no solo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados a los que la Iglesia asigna un día especial del año, sino que se honra a todos los que no están canonizados, pero viven ya en la presencia de Dios. Mientras que el día 2, el ambiente es más de oración y sacrificio por los que están en el Purgatorio, como un paso previo para alcanzar aquella presencia.
Pero posiblemente, como ocurre con otras cosas, este tipo de celebraciones se han ido convirtiendo en un día festivo más, un día para alargar un fin de semana. Un día para que los que estamos en el otro Purgatorio, el de los vivos, tengamos un momento de asueto.
Además, si se trata de recordar a los que ya no están con nosotros y que han dejado una huella imposible de borrar, cualquier día es bueno.
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