András, 14 Noviembre de 2021
Me paso la semana deseando que llegue el momento de vernos, de estar juntos, de disfrutar un rato compartiendo nuestro tiempo. Y por fin, llega el fin de semana y con él, nuestro encuentro.
Nada es comparable contigo, nada me llena más, nada me hace sentir mejor que ver tu sonrisa, tus ojos de ilusión cuando me miras, tu alegría contagiosa, tu sensatez...
Pero, sobre todo, nada me hace sentir mejor que notar tu cariño cuando estás cerca de mí. Cuando estoy contigo me siento vivo, recupero la ilusión y tengo ganas de hacer cosas porque, sin duda, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
Todo lo que haces, la forma en la que sonríes, cómo me hablas, hacen que tenga ganas de seguir adelante y le das sentido a mi existencia. Eres lo más hermoso que me haya podido suceder, y cada vez que intento describir el amor que siento por ti, me enfrento a una gran batalla interna porque se trata de un sentimiento imposible de explicar.
Has llegado a mi vida dos veces. Una hace quince años y otra hace dos. Y en ambas ocasiones has hecho que todo tenga sentido a mi alrededor. Sobre todo ahora, que te está alcanzando la madurez y sabes qué decirme para que me sienta bien. Tú me estás convirtiendo en una persona mejor, y si no fuera por ti, nada sería igual. Eres todo para mí, solo pensar en ti me llena de motivación, felicidad y fuerza para vivir. A ti te debo aguantar entero en estos momentos, porque llevas dos años manteniéndome a flote.
¿Cómo explicar el amor que se siente por un hijo? Posiblemente sea imposible. Es probable que se trate del único amor verdadero, el único incondicional, sin peajes. Solo quienes son padres o madres saben a que me estoy refiriendo. Yo estaba hablando a mi hijo Miguel, un encanto de chico, cariñoso, educado, sensible... sin duda, el amor de mi vida.
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