András, 29 Noviembre de 2020
Parece que, aunque a regañadientes, Trump ha dado finalmente su brazo a torcer y ha reconocido la victoria de Biden en las elecciones estadounidenses. Tarde, pero no podía hacer otra cosa. Con el demócrata, la intención es que todo vuelva a la normalidad, y que las estridencias y ocurrencias del republicano pasen a mejor vida. Wall Street ya celebra la vuelta a esa normalidad, igual que otros muchos actores de la vida pública mundial.
La verdad es que nada es comparable a Trump, tenemos que considerarlo un accidente, un error momentáneo que ha durado unos años y que habrá que olvidar a pesar del daño que ha causado. Para Biden, lo importante es que la presencia de Estados Unidos en el mundo sea de nuevo lo que debe de ser, mientras que para Trump América era lo primero porque, preso del nacionalismo absurdo que le nubla el cerebro, no acertaba a percatarse de que solos no son nadie y que necesitan de los demás para ser lo que son.
A la vez que todo esto sucede, y aunque a trompicones, es probable que Pedro Sánchez logre aprobar sus presupuestos y que el gobierno de coalición tenga más vida de la esperada inicialmente. A pesar de las disputas internas, de los celos entre los dos gallos que conviven en el gobierno, la legislatura avanzará.
Por tanto, mal que le pese a Casado, haría bien en hacer suya la reflexión de Trump y reconocer que hay un gobierno legítimo, abandonar la cueva ideológica en la que está metido y poner en práctica el brillante discurso que le dedicó a Vox en el debate de la moción de censura. Porque las cosas acaban yendo siempre a su sitio por mucho que algunos se empeñen en lo contrario.
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