Al ser humano le caracteriza, entre otras cosas, su irresistible afán de destrucción. Desde siempre se ha dedicado a destruir todo lo que se encontraba a su paso con al menos, dos motivos principales. Primero demostrar poder, y segundo volver a construirlo. Lo malo es que algunas veces lo que rompe no tiene solución y, precisamente por eso, somos la especie más peligrosa para el planeta.
Organizamos guerras para destruir naciones enteras y ganar dinero reconstruyéndolas. Llenamos el mundo de enfermedades nuevas para hacer negocio vendiendo la pócima mágica que nos haga inmunes. Así somos, capaces de lo mejor y de lo peor, siempre viendo negocio en todo, incluso en la ruina y en la muerte.
Por eso, cada cierto tiempo tiene lugar alguna catástrofe (natural o provocada) para limpiar el planeta de los más débiles y aprovechar para que los poderosos incrementen su poder. Y todo ello invocando la excusa de ser el único bicho racional de la tierra.
En España también sabemos mucho de destruir. Destruimos todo lo que se nos pone a tiro, porque destruir es el deporte nacional, y cada vez que se puede, lo practicamos sin problema. El motivo es lo de menos.
La excusa ahora es la pandemia y las medidas que los gobiernos autonómicos están adoptando para luchar contra ella. El estado de alarma, el toque de queda, todo vale para salir a la calle y protestar, que ha pasado ser ser un valiente y digno acto para manifestar la libertad de expresión, a convertirse en la más desdeñable, abyecta y rastrera forma de sacar el instinto destructor que algunos llevan dentro.
Agazapados entre la multitud y en nombre única y exclusivamente de ellos, se les da por romper cosas, destrozar el mobiliario urbano, destruir comercios, y robar todo lo que se encuentran a su paso. Eso sí, sin dar la cara, siempre tras un pasamontañas, para demostrar su valentía y arruinar la vida de quienes nada tienen que ver en todo esto y cuyo único delito es ser disciplinados y pacientes con la situación.
Sinceramente, no acabo de entender la relación que existe entre la libertad de expresión y la violencia. No entiendo porqué es necesario destrozarle la vida a otros para expresar uno sus diferencias con quienes toman las decisiones. ¿No decían que tenemos la juventud más preparada de la historia? ¿O también exageraban en esto?
Publicado en PontevedraViva.com el día 06 Noviembre de 2020
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