viernes, 13 de noviembre de 2020

Buen momento para rezar... o para empezar a creer

András, 13 Noviembre de 2020

Todos los presidentes tratan de dejar algún legado que los distinga cuando abandonen el poder. En España, se conforman con obsequiarnos con alguna que otra declaración, más o menos afortunada, y que les acaba persiguiendo al cabo del tiempo por tratarse de una mentira o alguna boutade descomunal.

 

Desde los famosos “hilillos de plastilina” de Rajoy, no se había escuchado una estupidez tan grande hasta que Pedro Sánchez pronunció en el mes de julio aquello de: “hemos vencido al virus”. Ambas expresiones, fruto del nerviosismo y con una clara intención de confundir a la ciudadanía, los dejan en evidencia a ambos.

 

El caso es que lejos de aquel mensaje triunfalista y, por supuesto, de haber vencido al virus, la España de finales de 2020 está inundada por la segunda ola del coronavirus, que ha llegado puntual a la cita y con más fuerza que la primera.

 

Técnicamente, y para ser exactos, el virus no ha vuelto, porque no se había ido. Estaba aquí y aquí seguirá, con cotas de efectividad superiores a las del resto de Europa y con las Comunidades Autónomas haciéndose cargo de la situación por decisión de Moncloa porque, en una nueva demostración de lo buen prestidigitador que es, Pedro Sánchez se ha quitado el muerto de encima aprobando por un largo periodo de tiempo el estado de alarma, y les ha pasado la patata caliente a los presidentes autonómicos.

 

Con el susto inicial, responsabilizarse del asunto era algo que se podría haber aprovechado, incluso electoralmente. La gente estaba en shock, y el presidente salía cada semana a deleitarnos con sus sermones dominicales, con cara compungida y voz engolada. En cierto modo, la pandemia fue un salvavidas para un gobierno débil que parecía que no iba a tener mucho tiempo de vida. ¿Quién se atrevería a ir contra él en estas circunstancias?

 

Desde entonces, muchos contagiados, demasiados muertos, mucha desorganización y más descoordinación general. Poca decisión en la toma de  medidas, muchas repetidas con pequeños matices y, sobre todo, poca efectividad. Lo último en llegar, tras el toque de queda, ha sido el confinamiento perimetral a la carta. Cada uno escoge si lo aplica o no, y ahí surge de nuevo el descontrol generalizado.

 

En Galicia tenemos 60 municipios en esta situación, pero a la vez, en cada uno de ellos, las restricciones son diferentes, lo que provoca que no sepamos dónde podemos ir, qué podemos hacer, dónde podemos ir a un restaurante o dónde podemos visitar a la familia. Un panorama nada alentador.

 

Más allá de las desavenencias políticas entre las administraciones, ¿en realidad creen que este confinamiento perimetral en el que, por ejemplo, salvo en las zonas más afectadas sobre las que se mantendrán más controles, se podrá transitar sin limitaciones, se producirá una contención de la expansión del virus?

 

Ojalá sea así, pero la sensación es de improvisación, porque ni ellos mismos saben muy bien qué se taren entre manos. Este es un buen momento para rezar o para empezar a creer... en algo.

 

Publicado en PontevedraViva.com el día 13 Noviembre de 2020





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