España deja atrás el estado de alarma. Tres meses después de que el Gobierno lo decretase por primera vez cuando, sabiendo que ya llegábamos tarde para cualquier otra medida, pensó que lo único útil para romper la cadena de contagios era en confinamiento. Es decir, evitar la libre circulación por la resignación de no tener fármacos para neutralizar el virus.
El estado de alarma ha durado del 14 de marzo al 19 de junio. Ya podemos salir de casa, desplazarnos a donde nos parezca sin el riesgo a que nos puedan multar ni tener que dar explicación alguna. Eso sí, la libertad de movimientos no está exenta de ciertas medidas de seguridad que, desde ya, se hacen imprescindibles. Como el uso de la mascarilla, las distancias mínimas de seguridad, los aforos limitados en ciertos espacios públicos. Pero se acaban las fases, las franjas, etc...
Algunos presidentes autonómicos, en el tiempo de descuento del estado de alarma, y para tratar de despuntar un poco a última hora, han adelantado el final de la desescalada. Para poder decir que han hecho algo, para vender como un logro algo que, en realidad, no es nada. Por ejemplo Barcelona, que ha tenido una fase tres que ha durado un día, ¿qué sentido tiene eso? O Madrid, que pasará directamente de la fase dos a la normalidad. No es casualidad que sean precisamente estas comunidades las que tengas estas peculiaridades. No hay más que ver quiénes las presiden.
Lo cierto es que a partir de ahora todo queda en manos de la población, y debemos apelar a nuestra responsabilidad y a la auto protección para evitar los contagios.
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