El PP ha elegido a Ana Pastor como portavoz en el debate sobre el decreto de medidas urgentes por el asunto del COVID-19. Viendo cómo defiende el apoyo de su parido al Gobierno en este asunto, con un tono moderado, aunque no exento de crítica, debería hacer que el PP se replantease qué dirección quiere tomar.
Las comparaciones son inevitables con la actual portavoz del partido en el Congreso, Álvarez de Toledo, quien utiliza siempre discurso bronco, agresivo y buscando la máxima confrontación.
Dos estilos diferentes, dos formas de entender la oposición y dos mujeres separadas por un abismo, incluso ideológico. No es creíble que ambas defiendan la misma ideología. Comparten partido, pero una está en un extremo y otra en el contrario.
Con Pastor el partido gana en solidez, en credibilidad, en moderación, en atención y, sobre todo, el respeto de sus rivales políticos. Parece ser que su elección para formar parte de esta comisión fue del propio Casado, basándose en la formación médica de la ex ministra. No es una mala razón, pero mejor sería que se fijara en ella por otros motivos, más a largo plazo, tanto para su partido como para el bien de la estabilidad política nacional.
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