Pedro Sánchez ha pedido el apoyo de la oposición para auditar la gestión de la crisis sanitaria porque, supuestamente, quiere saber qué se hizo mal para aprender de lo ocurrido y no repetirlo. Si las intenciones del presidente fueran realmente esas, sin duda sería una gran noticia. Pero lo que verdaderamente quiere Sánchez, es crear una comisión para hablar de futuro, no de pasado.
Una comisión de evaluación mixta Congreso-Senado, dijo exactamente, para hablar “de las cosas que tenemos que aprender”. ¿Ni siquiera sabemos cuántos muertos ha causado el coronavirus, con un dato que lleva más de dos semanas congelado, y nos quieren hacer creer que les interesa saber qué fue lo que falló en enero y febrero?
El repentino interés del presidente del Gobierno no es creíble porque ha dedicado la mitad de sus homilías dominicales a la autocomplacencia. A ponerse nota alta a su gestión, a presumir de que actuó antes y mejor que los demás gobiernos europeos. A predicar que esto nadie lo vio venir hasta el día que se tomó la decisión del confinamiento. Y, sobre todo, porque lleva semanas diciéndonos que de esto salimos más fuertes. ¿Qué hay por tanto que evaluar si lo han hecho todo tan bien que incluso ejercerá un efecto palanca sobre la economía?
La comisión mixta no tiene futuro. Y el Gobierno no quiere hablar de lo que ha pasado porque ya han construido su propio relato en clave de éxito. Tanto que, en un acto de sobrada osadía, el propio presidente se ha atrevido a decir que han salvado casi medio millón de vidas.
Uno de los principales problemas que tenemos en España es que ninguna auditoría realizada por los grupos políticos resulta fiable. Por eso crean comisiones de investigación, porque no quieren saber la verdad. Lo único que buscan son coartadas que avalen sus argumentaros prefabricados con anterioridad, y una comisión que santifique o condene al gobierno o a la oposición de turno.
Pero es peor aún, porque ni siquiera es imaginable que pueda encomendarse a un grupo de personas de prestigio una indagación rigurosa de los hechos con el único afán de saber qué y porqué pasó, es decir, un examen no alineado políticamente, con conclusiones fiables y recomendaciones sólidas.
La omnipresencia de los partidos y de los palmeros que los sustentan en todos los ámbitos de la vida pública es tal, que una comisión no política en este país sería un acto de fe. Y ya sabemos que todo lo que depende de la fe tiene poco recorrido.
Publicado en PontevedraViva.com el día 26 de Junio de 2020
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