Pontevedra, 20 Noviembre de 2015
Horror en el
centro de Paris, donde un grupo de terroristas en nombre del mal llamado Estado Islámico, sembraron el pánico con decenas de
muertos. El macro atentado que golpeó a la capital de Francia la noche del
viernes, es consecuencia de muchos factores y de muchos años de conflicto mal
afrontado y peor resuelto; aunque es responsabilidad absoluta de unos locos que dicen actuar en nombre de un
dios que, de poder hacerlo, con toda seguridad condenaría sus actos. Pero
también es consecuencia de la fatídica guerra en la que nos metieron Bush, Blair y Aznar cuando pactaron la invasión de Irak apoyados en informes
falsos sobre las famosas armas de destrucción masiva.
Europa es objetivo de los radicales islámicos porque hemos avivado el avispero. Desde la
famosa intervención, varios han sido ya los atentados ocurridos, con mucha
muerte, en distintos puntos de Europa. Londres, París, Madrid y de nuevo Paris.
Estamos en una situación de consecuencias impredecibles porque no sabemos dónde
puede acabar todo esto. El terrorismo
nunca es justificable, pero no se pude combatir invadiendo países y sembrando
más dolor, más rencor y más odio. Por otro lado la respuesta de Europa es
inexistente porque se está deshaciendo como un azucarillo, no hay una política
común en temas básicos. No la hay en inmigración, en el tratamiento de los refugiados,
y no la hay en terrorismo. Cada país
hace lo que puede por su cuenta y así nos va.
Un asunto colateral de la masacre de París es el tratamiento mediático de este tipo de
tragedias. Dudo de la necesidad de los enviados especiales al centro de la
noticia en el mundo actual, donde todo está en la red, la presencia de enviados
especiales deja de tener sentido. Al menos deja de tenerlo para hacer lo que
hacen y decir lo que dicen. Estos días
se suceden los programas en los que podemos ver micrófonos de todos los medios
de comunicación a las puertas de Le Carrillón o la sala Bataclán. Y resulta
curioso que los que más novedades ofrecen son los que están en plató. Ver a Garcia Ferreras desde la puerta del
restaurante en el que se produjo el atentado hablando del tipo de comida que
sirven, de los precios populares que ofrece, de la gente que suele frecuentarlo
y señalando con el dedo las muescas de las balas que los fusiles de los terroristas
dejaron en la fachada es simplemente,
absurdo, innecesario y cargado de sensacionalismo y amarillismo. “La gente ha aprovechado las cicatrices que dejaron las balas en los
cristales para depositar sus claveles en ellas” – dijo Ferreras con una
música tenebrosa de fondo. O ver el selfie
de Carlos Herrera delante de la discoteca en la que se produjo el asesinato de
89 personas es lamentable y esconde un ego extraordinario y un afán de
protagonismo fuera de toda duda.
En todo hay
negocio. En
el dolor, en la muerte, también. Los medios pugnan por ser los que más cerca de
la masacre están, los que más medios ha puesto, los que más enviados especiales
han desplazado, los que tienen las imágenes o las fotos más macabras.
El amarillismo de las cadenas nacionales contrasta con el apagón informativo de la TVG. Ni una
cosa ni la otra. Mientras Europa tiembla por la barbarie terrorista y los
medios de comunicación internacionales se vuelcan con informativos especiales, la televisión de Galicia programa Bamboleo.
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