Pontevedra, 06 Noviembre de 2015
Una gran puesta
en escena, con todo el Gobierno en pleno arropando al presidente, y con el telón de fondo de
una Moncloa idílica, fue el marco en el que Rajoy se dirigió al país para comunicar
el cierre de la X Legislatura. El presidente baja el telón con un discurso
triunfalista y alejado de la realidad; y a pesar de dejar atrás el plasma,
respondió a preguntas dirigidas con algunos periodistas de la cuerda elegidos a
dedo. En fin, más de lo mismo.
Hay que reconocer que los balances de legislatura hechos
por el presidente del Gobierno saliente, son siempre sobreactuaciones, discursos vacíos a los que les sobra azúcar y sin
ningún tipo de crítica ni a las políticas ejecutadas ni a sí mismos.
Se cierra una
legislatura en la que los españoles son más pobres que hace cuatro años, tienen peores servicios y
además dos problemas en los que no se ha hecho nada por parte del Gobierno: Cataluña
y la corrupción. Se basan todos los logros en una aparente salida de la crisis,
pero en realidad buena parte del éxito se debe a la extraordinaria labor que ha
hecho la propia sociedad para salir de situaciones muy difíciles. Una sociedad que perdió la autoestima y
poco a poco se ha ido rehaciendo a pesar de las políticas de recortes que se le
han impuesto. También destaca la legislatura por la aparición de nuevos
partidos que han enganchado a gente nueva y que han provocado ciertos cambios,
por ejemplo, se ha empezado a sancionar la corrupción aunque de manera somera
de momento.
Finaliza una legislatura en la que se aprobaron 244
leyes, y tiene el récord de reales
decretos aprobados, superando a su mentor, el ahora denostado Aznar. Cierto
es que el Gobierno está para gobernar, pero esto dice mucho de su poco talante
dialogante con la oposición en un momento en el que, además de tomar
decisiones, era importante hacerlo con el mayor consenso posible. Rajoy no se caracteriza por dar la cara, no
es un político muy locuaz ante los medios de comunicación, más bien suele
rechazar la presencia de micrófonos y por eso rechazó hasta en 105 ocasiones su
presencia en el Congreso, y solo compareció dos veces. También en esto se
cierra una legislatura diferente.
Rajoy presidió
un Gobierno que ha seguido al pie de la letra las directrices marcadas por la
Unión Europea, y que han servido para que los grandes gurús de la economía mundial hayan
aumentado su confianza en el país, lo que supone una mejora en los números
macroeconómicos y en una bajada brutal de la famosa prima de riesgo. Pero todo
ello a costa de empeorar las condiciones de vida de los españoles: peor
sanidad, peor educación, menos medios en política social (dependencia, por
ejemplo) y mucho paro, casi el mismo que cuando llegó al Gobierno. ¿Vivimos realmente en un país mejor? No,
pero lo repitan hasta la saciedad y muchos de lo creen.
Con la convocatoria de elecciones comienza la caza de los
votos y lo que antes era escapismo, incomunicación, prepotencia y desprecio, se
torna ahora en todo lo contrario: apertura a los medios, promesas, cercanía,
intento de mejorar la comunicación, etc... Por
eso acabó así Rajoy la legislatura, con una escenografía muy medida, ventana
con sol, mucha luz y la sensación de que todo es idílico, hacen de ello un
entorno propicio para contar cosas buenas. Él se muestra en un tono
agradable, relajado, todo lo contrario de lo que es.
¿Se han
preguntado porqué siempre que comparece Rajoy en La Moncloa hace un sol
estupendo en la ventana que está a sus espaldas? Todo mentira, igual que su
discurso.
Publicado en PontevedraViva.com el día 06 de noviembre de 2015
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Portazo a la legislatura y vuelta al mundo idílico en el que vive. |
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