András, 10 marzo de 2023
Arrancamos un año
plagado de citas electorales y con la sensación de que, cada vez, la
polarización y la división en la política es mayor. Vivimos una época en la
que todo lo que sucede es blanco o negro, no hay grises, y la cuestión que
surge es preguntarse si este es un fenómeno asociado únicamente a la política
o, por el contrario, se trata de un aspecto que ha calado en todos los ámbitos
de la sociedad española.
Lo cierto es que, si uno se abstrae un poco del ruido que emite la vida política diaria, no parece que la sociedad esté tan dividida en bandos. Es verdad que todos tenemos unas ideas, unas afinidades y unas prioridades, pero de ahí a llevarlo todo al extremo hay un trecho, y parece evidente que la ciudadanía convive con total naturalidad dentro de la normal discrepancia.
Es evidente, por tanto, que la crispación viene del lado de la política y que se trata de un mensaje interesado enviado para tratar de influir en los simpatizantes, indicándoles a quien tienen que jalear y a quienes criticar. Esta, por desgracia, es una tarea muy fácil de emprender y de lograr porque la gente suele comprar los discursos partidistas con mucha rapidez, cuánto más básicos y populistas, mejor.
Y ahí está precisamente el problema, no únicamente de quienes jalean, sino de quienes se dejan manipular y siguen a pies juntillas todo lo que, a través de los medios sociales de consumo barato, les envían como eslóganes que deben obedecer. Esos son los que se posteriormente acaban desenganchando de la realidad, porque viven en un mundo paralelo, el de las redes sociales. Pero esos también votan, y son los más cotizados por los que viven de los votos.
Aun así, lo preocupante no es tanto la polarización como la división que se genera casi de forma forzada a tomar partido de un lado o del otro. La equidistancia, entendida como objetividad, está mal vista y eso es lo verdaderamente grave de la situación.
Publicado en PontevedraViva.com el día 10 de marzo de 2023
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