András, 07 Marzo de 2022
Que Pablo Casado está amortizado es una evidencia. Que dejará la presidencia en breve, también lo es. Pero de cómo y cuándo lo tenía que haber hecho, también iba la cosa. En el PP tienen mucho que purgar si quieren demostrar que han aprendido la lección de esta última situación que nos han regalado, por eso deberían hacer bien las cosas a partir de ahora.
Primero, el actual presidente debería de haber dimitido en el minuto uno de producirse su escarnio público. En segundo lugar, el líder entrante debería acceder al cargo por elección en un congreso y no, como al parecer se pretendía, por aclamación previa y sin rival. Esa idea que traslada de no querer aceptar unas elecciones internas para medirse a otros candidatos, exigiendo la unanimidad del partido, no es muy democrática.
Casado ha acabado como merecía, pero no es lo mismo que se produzca una impugnación política de un dirigente político por una serie de errores que pueda haber cometido, que una auténtica defenestración con linchamiento público incluido. Y esto, políticamente, es muy importante, sobre todo para aquellos que habían estado en desacuerdo en muchas cosas sustantivas de la forma de hacer oposición de Pablo Casado. Por tanto, las formas son muy importantes.
Y las formas incluyen también cómo quedará la gobernación de Galicia, porque no es lo mismo que Feijoo trate de compaginar la presidencia del PP, con todo lo que ello supone del fragor del combate político en Madrid, con la Xunta. Ahí también se debería de poner en marcha un proceso de relevo que, a buen seguro, diferenciaría la forma de actuar del partido.
La cuestión de las formas, por tanto, es importante y debe ser subrayada, porque las formas están en riesgo. Sobre todo, en un partido que viene de un espectáculo público bochornoso, sería conveniente que, por una vez, respetasen las normas del juego, es decir, sus propios estatutos y, de paso, diesen una muestra de que pueden hacer las cosas bien por una vez.
¿Por qué tenían entonces tanta prisa en el relevo? Muy sencillo. Porque no quieren que haya una sola oposición a Feijoo y ahí, de nuevo, aparecen las formas. Vuelven a hacer las cosas mal, a la imposición, a acallar al que piensa diferente o al que, legítimamente, quiere aspirar al poder orgánico. Por cierto, ¿no es este el origen de todo este sainete, y lo que quería Ayuso en Madrid?
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